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Discurso a las juventudes de España

Eso es Europa y ése es el perfil más exacto que nos presenta hoy. Naturalmente, estamos también en ella, y esos fenómenos tienen o tendrán entre nosotros su expresión, realizándose bajo nuestro cielo la contribución española a la transmutación mundial. No sé si llegaremos pronto o tarde. De lo que sí estoy convencido con firmeza es de que en todo caso llegaremos a tiempo, y nuestra voz será oída.

Han surgido, como hemos visto, en Europa una serie de manifestaciones políticas triunfales. Muchos pretenden que se trata sólo de dos, fascismo y bolchevismo, y no de ninguna otra distinta. No aceptamos tal juicio como verdadero. Esos mismos que tal creen opinan también que el futuro vendrá a ser una pugna o lucha entre esas dos únicas banderas, y que ya, en realidad, nos encontramos en el seno de esas luchas. Repetimos nuestro juicio adverso.

Se está operando una transmutación mundial. Signos de ella son el bolchevismo, el fascismo italiano, el racismo socialista alemán y los estilos y modos que hemos descrito en las páginas anteriores. Son erupciones, iniciaciones, impregnadas ya de lo que ha de venir, pero cosas nada definitivas, permanentes y conclusas. Y desde luego, tanto el bolchevismo como el fascismo y el racismo, fenómenos nacionales y restringidos, sin envergadura ni profundidad mundial.

Quizá la voz de España, la presencia de España, cuando se efectúe y logre de un modo pleno, dé a la realidad trasmutadora su sentido más perfecto y fértil, las formas que la claven genialmente en las páginas de la Historia universal.