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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 4)

Ha sido la actualidad mediocre de la semana última. Está visto que es imposible desasirse en España de inoportunidades así. El general Burguete, mezcla o mixtura de intelectual y de soldado, sigue la tradición vieja y molestísima de perturbar con su uniforme y con su literatura maltrecha la pura emoción nacional.

Hombre del 98, amigo de abogados y aficionadete a las lecturas indigestas. Ahí está ahora, cuartilla en ristre, olfateando las prensas. Este escritor ilustre, para quien han sido abiertas todas las columnas europeas. Colaborador de la Dictadura, que hoy execra. Aupado y favorecido por el régimen que hoy dificulta. Jaleador en África del «salvador de España» en aquellas épocas. (Más de un aplauso forzado le procuro.) Y etcétera, etc.

Nada nos importa el contenido de sus notas. Nos basta el hecho de haber sido escritas. Nos basta el verle ahí, cargado de taras actuales y muy obligadito al silencio.

Este señor, cazador de alimañas en Asturias -¡no lo olvidéis, obreros!- y gran estratega de nuestro ejercito.

Un poco nos mueve al respeto su situación, y no quisiéramos le molestasen mucho los juicios que exponemos.

Pero la generación que llega está muy escamada de los peces sin escamas. No admitimos hombres renovados, hombres tribulados, hombres renegados.

¡Con todos los respetos, ilustre general Burguete!

(«La Conquista del Estado», n. 4, 4 - Abril - 1931)