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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 7)

Hemos leído en este periódico un suelto en que se comenta una posible actitud de LA CONQUISTA DEL ESTADO. Suelto injusto en lo que se refiere a nosotros, hombres jóvenes -la mayoría de veinticinco años- que conocen la dictadura de Primo Rivera, puede decirse que de oídas. Ahora bien, La Libertad endereza los disparos hacia el señor Giménez Caballero, y esto ya no nos interesa. Lo acusa de antiguo contemporizador del Directorio y de actualísimo republicano. Giménez Caballero se ha defendido, al parecer, de esas imputaciones. A su cargo exclusivo corre, claro, su defensa.

Nosotros no tenemos que hacer ni eso siquiera. Nacimos a la vida política hace dos meses, con unas ideas y unos propósitos que esgrimimos todavía íntegros con las dos manos. Pensábamos al nacer, y pensamos ahora, que el vincular una revolución a los objetivos de una forma de gobierno equivale a convertir la revolución en ineficacia pura. Ya tenemos República, y, por nosotros, bien está. Pero pronto ha de verse cómo eso es bien poco, y que lo fundamental y provisto de futuro es el fondo o contenido que se dé al Estado republicano.

Es, pues, malévola y poco noble la insinuación de La Libertad creyéndonos republicanos recientitos, que quieren aprovecharse. Seguimos como el primer día, impasibles ante los repartos de victorias ajenas.

Si el señor Giménez Caballero hace películas de los actuales ministros y le interesa poner ante ellos buena cara satisfecha, es cosa en la que no nos cabe intervención ni responsabilidad alguna. LA CONQUISTA DEL ESTADO no es ninguna Empresa de películas, no espera nada de los señores que hoy gobiernan, no quiere nada ni desea nada que se obtenga sin lucha ni combate. Que conste.

Somos un grupo político joven, que va forjando su destino minuto a minuto, con la garantía, la firmeza y la tenacidad que distingue a los que tienen en sus manos la clave de los éxitos verdaderos.

Esto decimos a nuestro colega La Libertad, y esto esperamos que acepte como contestación a su sospecha acusadora.

(«La Conquista del Estado», n. 7, 25 - Abril - 1931)