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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 15)

Tenemos el orgullo de ser la primera fuerza política que con moldes briosamente hispanos introdujo aquí las eficacias sociales y económicas del mundo nuevo.

LA CONQUISTA DEL ESTADO se nutre de la nueva era postliberal, antiindividualista y antiburguesa, y desde el primer número ha razonado el sentido interventor y profundo que corresponde al Estado en la política pujante de un pueblo.

Frente a las economías privadas, burguesas, colocamos una economía sistemática, de Estado, enderezada a fines nacionales. Frente a la bobería del morrión, que busca y pretende satisfacciones de radio individual y pequeñito, colocamos la grandeza de colaborar con los demás en realizaciones colectivas, de pueblo, cuyo sentido escapa a todos cuantos viven horas y emociones anticuadas.

Don José Ortega y Gasset, aunque para nosotros sea algo sospechoso de pacto con las ideas antiguas, ha escrito últimamente unos párrafos magníficos, donde vibra de verdad el espíritu que anima nuestras campañas.

Nos enorgullece el creer que nuestra actuación de cuatro meses, enarbolando esas ideas centrales, haya influido para que ahora el maestro Ortega y Gasset advierta en la atmósfera de la juventud hispana esos síntomas optimistas que él presenta con alborozo.

 

Escribe Ortega, y suscribimos íntegramente:

«EL ESTADO ANTE TODO

»Desde el primer instante debió el Gobierno hacer notar en cada uno de sus actos, palabras y gestos, su conciencia clara y resuelta de que la nueva democracia, no de una democracia individualista, de pueblo en la plazuela, sino una severa, acerada democracia de Estado.

»No se diga, pues, un día que no fue a tiempo hecha la advertencia. EL ESTADO ES LA IDEA QUE IMPORTA MÁS A LAS NUEVAS GENERACIONES. Este entusiasmo por el Estado, por la majestad del Estado, tiene, como todo en el universo, sus posibles excesos y peligros. Pero me parece indiscutible -no obstante, estoy a la disposición de los que quieran discutirlo- que lo esencial de ese estatismo es la sustancia misma de la historia que viene. Conste, pues: una democracia que no sepa colocar la seriedad y la inexorabilidad del Estado por encima de cualesquiera insolencias particulares, será arrollada por la juventud.

»Se trata de instaurar un Estado de todos y "porque" de todos, formidable ¡SERVICIO AL ESTADO!, es la palabra que siente más en lo hondo el tiempo nuevo. La democracia tiene que perder el aspecto polvoriento de turbas que van y vienen indecisas como trozos descoyuntados de un rebaño empavorecido. Ha de tener la limpieza, la exactitud y el rigor de un taller racionalizado, de una clínica perfecta, de un laboratorio en forma. Y ES INELUDIBLE QUE EL NUEVO ESTADO SEA ASÍ, PRECISAMENTE PORQUE LAS TRANSFORMACIONES POLÍTICAS Y SOCIALES A QUE ES PRECISO DAR CIMA SON TAN ENORMES -EN ESPAÑA Y FUERA DE ESPAÑA- QUE SIN ESE FUNCIONAMIENTO SERIAN POR COMPLETO IMPOSIBLES.

»Ahora no se trata, como en 1848, de conquistar o reconquistar los derechos individuales, sino de organizar en nueva anatomía el cuerpo inmenso de la sociedad, de reformar sus tejidos celulares más profundos, por ejemplo, el económico. La operación antigua se reducía a soltar los individuos, faena dramática, pero nada difícil, para la cual bastó con las barricadas. La nueva empresa, en cambio, exige una dirección y una disciplina de alto tecnicismo. No hay escape, amigos; hemos llegado al álgebra superior de la democracia.»

(«La Conquista del Estado», n. 15, 20 - Junio - 1931)