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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 21)

Por qué nacen las Juntas

La tremenda angustia de advertir cómo día tras día cae nuestra Patria en un nuevo peligro, aceptando la ruta desleal que le ofrecen partidos políticos antinacionales, nos obliga hoy a hacer un llamamiento a los españoles vigorosos, a todos los que deseen colaborar de un modo eficaz en la tarea concretísima de organizar un frente de guerra contra los traidores.

Invocamos esa reserva fiel de que todos los grandes pueblos disponen cuando se advierten roídos en su entraña misma por una acción disolvente y anárquica. Acontecen hoy en nuestro país cosas de tal índole, que sólo podría justificarse su vigencia después de un combate violento con minorías heroicas de patriotas. El hecho de que estas minorías no hayan surgido, nos hacen sospechar que entre los núcleos sanos de nuestro pueblo nadie se ha ocupado hasta hoy de propagar con pulso y coraje la orden general de ¡Servicio a la Patria!

Las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista nacen precisamente en virtud de esa sospecha nuestra de que no existe en el panorama político fuerza alguna que garantice la defensa heroica de los ideales hispánicos. No nos resignamos a que perezcan sin lucha los alientos de España, ni a que se adueñen de los mandos nacionales hombres y grupos educados en el derrotismo y en la negación.

Ahora bien; nuestro compromiso de entablar batalla violenta con las organizaciones enemigas no limitará nuestra acción a hazañas destructoras, sino que también aspiramos a ofrecer un manojo completo de soluciones a las dificultades de todo orden que impiden en esta hora la prosperidad del país.

¿Dónde está el enemigo?

Tal es el incremento que han tenido en nuestra Patria las propagandas traidoras, que no se requiere mucho esfuerzo para dar con él. Si bien la ola marxista es la que amenaza con más agresividad oponerse a la grandeza española, serán también considerados por las Juntas como enemigos todos aquellos que obstaculicen en España, por egoísmo de partido o fidelidad a ideales bobos y fracasados del siglo XIX, la propagación del nuevo Estado, imperial, justo y enérgico, que el nacional-sindicalismo concibe.

Los partidos marxistas -socialismo, comunismo- son algo más grave que una concepción económica más o menos avanzada. Una supuesta crisis de la sociedad capitalista, que nosotros señalamos más bien como crisis de gerencia capitalista, no autoriza a que unas hordas semisalvajes insulten los valores eminentes de un pueblo y atropellen la voluntad nacional. El resentimiento marxista es el máximo enemigo, y hay que aniquilarlo en nombre de la Patria amenazada.

No caben pactos con el marxismo. Es increíble que en España no se le hayan enfrentado réplicas rotundas. Sólo la desorientación que hoy se extiende por todo el área nacional, nublando los ojos de las gentes, justifican esas victorias electorales que las provincias otorgan al socialismo.

Las Juntas denunciarán también como enemigos de la Patria a todos los que en el trance difícil por que atraviesa el país se permitan obstaculizar el avance de las organizaciones nacionales. Nunca más justificados que ahora los posibles excesos en que éstas incurran, a la vista de los crímenes y las deslealtades con que no se vacila en herir la sagrada unidad de España.

Ahí está la desmembración nacional y la triste cosa de ver cómo se entregan a un sector exaltado de traidores catalanes jirones de soberanía. Ahí está la atmósfera deprimente, el elogio de la transigencia y de la cobardía, la exaltación de una España fraccionada, los llamamientos hipócritas a la concordia, medios todos ellos de reprimir la protesta y el coraje de los españoles.

La actuación de las Juntas

A las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista se le ofrecen, naturalmente, varias tácticas para luchar contra sus poderosos enemigos. Desde luego rechazan la táctica electoral y parlamentaria, sin que esto quiera decir que no la utilicen de un modo ocasional. Son más adecuados y eficaces a sus propósitos los métodos de acción directa, y puesto que acusan al Estado de no vigilar con suficiente intensidad las maniobras de los enemigos de la Patria, subsanarán con sus propios medios las deficiencias que adviertan.

No se olvide que nuestro nacional-sindicalismo acepta con alegría la realidad revolucionaria. Creemos que la Revolución es aquí imprescindible y debe hacerse. Pues no estamos dispuestos a que los medios insurreccionales, con su gran fecundidad creadora, sean exclusivamente utilizados por los charlatanes de izquierda. De otra parte, el hecho de que las Juntas se denominen de Ofensiva, señala con claridad nuestro carácter revolucionario, es decir, que nos reservamos la aspiración de subvertir el actual régimen económico y político e implantar un Estado de eficacia española.

Es indudable que la tendencia liberal y parlamentaria que hoy asfixia a la vitalidad del país, procurará por todos los medios desprestigiar e inutilizar nuestra acción. Las esferas «provisionalmente» directoras hacen hoy todo lo posible por desvitalizar al pueblo, despojándolo del heroísmo proverbial de nuestra raza. Se pretende reducirlo así a la impotencia, supliendo con esbirros dóciles la actuación ejecutiva del pueblo patriota. Hay castigos, como los que merecen los separatistas, los anarquizantes y todos los afiliados a partidos antinacionales, cuya ejecución no debe ser encomendada a mercenarios, sino al pueblo mismo, a grupos decididos y generosos que aseguren con su acción la integra salvaguardia de la Patria.

La acción directa que las Juntas proclaman como su método predilecto de lucha, no ha de entenderse como una práctica exclusiva de la violencia. Más bien como una táctica que prescinde del actual Estado liberal-burgués, como protesta contra la inercia de éste frente a las audacias de los grupos antinacionales.

Pero la acción directa es asimismo violencia. El hecho de que la decrepitud pacifista imponga hoy en España que sólo la Guardia Civil pueda batirse contra la anarquía y rechace con pavor análogo al de una virgencita el uso viril y generoso de las armas contra los enemigos de la Patria, este hecho, repetimos, no puede ni debe influir en la táctica de las Juntas.

¿Quiénes deben formar parte de la J.O.N.S.?

Naturalmente, las Juntas que estamos organizando no son incompatibles con la República. En nada impide esta forma de Gobierno la articulación de un Estado eficaz y poderoso que garantice la máxima fidelidad de todos a los designios nacionales. Los partidarios del nacional-sindicalismo pueden, por tanto, reclutarse entre todos los españoles que acepten sin discusión la necesidad de lograr a costa de todos los sacrificios el inmediato resurgimiento de España.

Toda la juventud española que haya logrado evadirse del señoritismo demoliberal, con sus pequeños permisos y salidas al putrefacto jardín marxista, y sienta vibrar con pasión la necesidad de reintegrarse al culto de la Patria.

Todos los que comprendan la urgencia de encararse con la pavorosa tristeza del pesimismo español, señalando metas de gloria al descanso secular de nuestra raza.

Todos los que adviertan el crujir de las estructuras sociales hoy vigentes y deseen colaborar a un régimen económico antiliberal, sindicalista o corporativo, en que la producción y en general la regulación toda de la riqueza, emprenda las rutas de eficacia nacional que el Estado, y sólo él, indique como favorables a los intereses del pueblo.

Todos los que posean sensibilidad histórica suficiente para percibir la continuidad sagrada de los grandiosos valores hispánicos y se apresten a defender su vigencia hasta la muerte.

Todos los que sufran el asco y la repugnancia de ver cerca de sí la ola triunfal del marxismo, inundando groseramente los recintos de nuestra cultura.

Todos los que logren situarse en nuestro siglo, liberados del liberalismo fracasado de nuestros abuelos.

Todos los que sientan en sus venas sangre insurreccional, rebelde contra los traidores, generosa para una acción decisiva contra los que obstaculicen nuestra marcha.

¡¡Todos, en fin, los que amen el vigor, la fuerza y la felicidad del pueblo!!

¿Qué pretende el nacional-sindicalismo?

El nombre de Juntas que damos a los organismos encargados de la acción de nuestro partido, alude tan sólo a la estructura de éste. La palabra Ofensiva indica, como hemos advertido ya antes, el carácter de iniciativa revolucionaria que ha de predominar en su actuación.

Ahora bien. ¿Y el nacional-sindicalismo? El carácter hispano, nacionalista si se quiere, de nuestro partido, es algo que advierte el más obtuso en cualquier párrafo de nuestras campañas. El motor primero de nuestro batallar político es, efectivamente, un ansia sobrehumana de revalorizar e hispanizar hasta el rincón más oculto de la Patria.

Asistimos hoy a la ruina demoliberal, al fracaso de las instituciones parlamentarias, a la catástrofe de un sistema económico que tiene sus raíces en el liberalismo político. Estas verdades notorias, que sólo un cerebro imbécil no percibe, influyen naturalmente en la concepción política y económica que nos ha servido para edificar el programa de nuestro nacional-sindicalismo. Es de una ingenuidad seráfica estimar que el uso del vocablo sindicalismo nos une a organizaciones proletarias que con ese mismo nombre se conocen en nuestro país y que son lo más opuestas posibles a nosotros.

El Estado nacional-sindicalista se propone resolver el problema social a base de intervenciones reguladoras, de Estado, en las economías privadas. Su radicalismo en este aspecto depende de la meta que señalen la eficacia económica y las necesidades del pueblo. Por tanto, sin entregar a la barbarie de una negación mostrenca los valores patrióticos, culturales y religiosos, que es lo que pretenden el socialismo, el comunismo y el anarquismo, conseguirá mejor que ellos la eficacia social que todos persiguen.

Es más, esa influencia estatal en la sistematización o planificación económica, sólo se logra en un estado de hondísimas raigambres nacionales, y donde no las posee, como acontece en Rusia, se ven obligados a forjarse e improvisarse una idea nacional a toda marcha. (Consideren esto y aprendan los marxistas de todo el mundo.)

¡VIVAN LAS JUNTAS DE OFENSIVA NACIONAL-SINDICALISTA!

(«La Conquista del Estado», n. 21, 10 - Octubrte - 1931)