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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 23)

Conviene aclarar que las Juntas (J.O.N.S.) se disponen a actuar en la vida política española, desentendiéndose de una serie de simbolismos fracasados. Las Juntas, que son enemigas del sistema liberal burgués hoy dominante, no pueden unir su suerte a las peripecias de reconquistas invaliosas. Tenemos ante nosotros dos fines supremos: Subvertir el actual régimen masónico, antiespañol, que ahoga la vitalidad de nuestro pueblo, hoy indefenso e inerme frente a la barbarie marxista. Imponer por la violencia la más rigurosa fidelidad al espíritu de la Patria.

Todo lo demás es de segundo rango para nosotros. La política es actualidad y eficacia. La defensa de aquellos dos fines no tiene nadie derecho a complicarla con apetitos secundarios. El sentido de nuestras Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista está informado por la ambición joven de dotar a España de un espíritu fiel y de unas instituciones modernas que logren definitivamente el resurgimiento de la Patria. Contra el egoísmo disperso, oponemos la obligación de formar en las Juntas. Contra el marasmo y la cobardía públicas, presentamos la moral de Ofensiva. Contra la traición de los miserables, la idea Nacional. Y frente al fracaso de las estructuras económicas vigentes, un sindicalismo o corporativismo de Estado, que discipline la producción y la distribución de la riqueza.

La acción y la propaganda de las Juntas requiere el auxilio de consignas eficaces, que encierran en la realidad de sus clamores el secreto del triunfo. Hoy iniciamos aquí la exposición de esas consignas, y nuestros afiliados deberán proceder a difundirlas con tenacidad y coraje.

La Patria amenazada

Hoy predominan en el Gobierno, bien los partidos antinacionales como el socialista, bien los grupos de más tibio carácter nacional, como la masonería extemporánea que representan los demás ministros. Esta situación es insostenible, y de ella se aprovechan los enemigos mayores, los que aguardan en la sombra la oportunidad para asestar el golpe comunista.

Acontece, pues, que se encuentran en plena indefensión los ideales nacionales. No existe hoy fuerza alguna que ejerza, en cierto modo, un contrapeso a las propagandas traidoras y se imponga el deber heroico de castigar los crímenes contra la Patria. No es posible contener la ola marxista sin esgrimir la santa fidelidad a la Patria y sin movilizar en torno a esta suprema idea nacional las más sanas reservas del pueblo. Nosotros aceptamos que la situación gobernante es sinceramente enemiga del comunismo -¡como que se trata de burguesía liberal medrosa!-; pero frente a los asaltos bolcheviques y anárquicos sólo dispone de fuerza policíaca, no de recursos creadores ni de barreras fecundas, que es lo único eficaz contra esos salvajes que creen flamear una nueva civilización.

Por esto, damos hoy el grito de la Patria amenazada, requiriendo a los españoles para organizar un frente de ofensiva que haga imposible la victoria comunista. Y a la vez para influir de modo inmediato en las tendencias actuales del régimen, que no duda en rodearse de medios tiránicos para atropellar la conciencia nacional.

Contra el Estado liberal y el parlamentarismo burgués

Sólo quien disponga de grandes caudales de hipocresía, esto es, de fórmulas criminales para burlarse del pueblo, puede hoy aceptar las instituciones democrático-parlamentarias. Hoy vemos como se ensalzan por las oligarquías desaforadas de las Constituyentes las ideas liberales y luego cómo se introducen con gesto solapado los recursos de la tiranía. Las Juntas combatirán la hipocresía liberalburguesa, proclamando de una manera limpia la necesidad de una dictadura nacional, que elimine a los traidores.

No podemos aceptar otros derechos que los de la Patria, y toda la retórica liberal, con sus putrefactos derechos individuales, merece nuestro desprecio. Si hay algún momento histórico en que España requiere el sacrificio generoso de los españoles, es este de ahora, y frente a su llamamiento deben prohibirse como inmorales todos los derechos descubiertos o por descubrir.

La momia liberal, fracasada en todas las latitudes del universo, pretende hoy arrancar de los designios de España los afanes de grandeza. Quiere sujetar nuestro futuro a una existencia risible, pacifista y boba, a la que se le cierren todas las veredas triunfales. No pueden admitir espera los alientos de la raza, y por eso las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista hacen desde hoy promesa firme de liberar a la Patria del liberalismo traidor que obstaculiza su ruta. Además, la posición liberal es de una ranciedad que apesta a todo espíritu moderno. Sólo un farsante o un cretino puede a estas alturas defender la formula demoliberal, propia de setentones sin sangre.

Todas las traiciones y todos los egoísmos se consuman en los Parlamentos. Son poderes irresponsables que se escudan en su origen democrático para cometer las mayores vilezas contra los intereses de la Patria. La política parlamentaria es forzosamente mezquina y contribuye a que usufructúen el Poder oligarquías mediocres, sin enlace alguno con los imperativos históricos de la raza. Jamás podrá reconstruirse un pueblo a base de recetas parlamentarias. Los diputados suelen ser hombres sin pasión nacional, leguleyos enemigos de la acción y del coraje, gentes sin fe ni confianza alguna en los destinos de la Patria.

La mecánica política de nuestro siglo obedece a la lógica dictatorial de los partidos nacionales. Un grupo fuerte y audaz, que logre el auxilio de los más puros sectores del pueblo, debe imponer su verdad a los extraviados. Por eso las Juntas abandonan la mística parlamentaria y se constituyen en defensoras de una franca política de dictadura, que ponga al servicio de la Patria todas las energías del país.

La disciplina y el coraje de una acción militar

Una consigna permanente de las Juntas es la de cultivar el espíritu de una moral de violencia, de choque militar, aquí, donde todas las decrepitudes y todas las rutinas han despojado al español de su proverbial capacidad para el heroísmo. Aquí, donde se canta a las revoluciones sin sangre y se apaciguan los conatos de pelea con el grito bobo de ¡ni vencedores ni vencidos!

Las Juntas cuidarán de cultivar los valores militares, fortaleciendo el vigor y el entusiasmo guerrero de los afiliados y simpatizantes. Las filas roja se adiestran en el asalto y hay que prever jornadas violentas contra el enemigo bolchevique. Además, la acción del partido necesita estar vigorizada por la existencia de organizaciones así, disciplinadas y vigorosas, que se encarguen cada día de demostrar al país la eficacia y la rotundidad de las Juntas.

Nuestro desprecio por las actuaciones de tipo parlamentario equivale a preferir la táctica heroica que puedan desarrollar los grupos nacionales. Del seno de las Juntas debe movilizarse con facilidad un número suficiente de hombres militarizados, a quienes corresponda defender en todo momento el noble torso de la Patria contra las blasfemias miserables de los traidores.

A todas horas, favorecidos por la inmunidad, se injuria a España por grupos de descastados, que se sonríen de nuestra fe en la Patria, que medran con la sangre del pueblo que trabaja, acaparando esos sueldos que les permiten dilapidar el tiempo en las tertulias antinacionales. Esos grupos, esas personas, esos periódicos que calumnian a España, que odian su espíritu secular y su cultura, merecen el más implacable castigo, que debe ejecutarse supliendo la inacción del Estado con la acción violenta de una cuantas patrullas heroicas.

La capacidad económica del Nacional-Sindicalismo

Algo hay indiscutible en nuestra época, y es la crisis capitalista. Ya hemos dicho alguna vez que esta crisis es para nosotros mas bien de gerencia capitalista. Han fracasado las estructuras de la economía liberal, indisciplinada, y también los grandes «trusts» o «cartels» que trataron de suplantarla. Pero ha de entenderse que las dificultades económicas tienen hoy un marcado carácter político y que sin el hallazgo de un sistema político es imposible toda solución duradera a la magnitud de la crisis económica.

Sólo polarizando la producción en torno a grandes entidades protegidas, esto es, sólo en un Estado sindicalista, que afirme como fines suyos las rutas económicas de las corporaciones, puede conseguirse una política económica fecunda. Esto no tiene nada que ver con el marxismo, doctrina que no afecta a la producción, a la eficacia creadora, sino tan sólo a vagas posibilidades distributivas.

Esto del nacional-sindicalismo es una consigna fuerte de las Juntas. El Estado liberal fracasará de modo inevitable frente a las dificultades sociales y económicas que plantea el mundo entero. Cada día le será más difícil garantizar la producción pacífica y contener la indisciplina proletaria. La vida cara y el aumento considerable de los parados serán el azote permanente.

El nacional-sindicalismo postula el exterminio de los errores marxistas, suprimiendo esa mística proletaria que los informa, afirmando, en cambio, la sindicación oficial de productores y acogiendo a los portadores de trabajo bajo la especial protección del Estado.

Ya tendremos ocasión de explicar con claridad y detenimiento la eficacia social y económica del nacional-sindicalismo, única concepción capaz de atajar la crisis capitalista que se advierte.

(«La Conquista del Estado», n. 23, 24 - Octubre - 1931)