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La Patria Libre
La Patria Libre (Número 6)

Ofrecemos un camino para estabilizar su precio, para beneficiar a los labradores y al interés público, para acabar con la ignominia de los acaparadores y especuladores que arruinan el campo español y explotan a todo el pueblo.

El Sindicato Nacional del Trigo

En torno al problema del trigo se han levantado en España diversas banderas. Nos atrevemos a decir que ninguna ha surgido al calor del único interés legítimo en estas grandes cuestiones: el interés general de España, el interés de todo el pueblo. Aquí se perciben con más claridad las deficiencias de una economía anárquica, a merced de las audacias criminales de los especuladores que siempre envuelven y mezclan su interés al de los verdaderamente perjudicados por su parasitismo. Acontece, en efecto, ahora que entre las lamentaciones y quejas por el precio variable e ínfimo del trigo, por su difícil venta y colocación en el mercado, se oyen las voces no ya de los labradores verdaderos, de los campesinos que cultivan con esfuerzo el trigo en sus tierras, sino de los acaparadores, de los intermediarios, que con el trigo en sus paneras, comprado sabe Dios a qué precio, claman luego por su venta a tipos altos.

En la irregularidad de la compraventa del trigo es donde se advierten, repetimos, los radicales defectos de la actual ordenación económica. Pues es un producto que se presta como ningún otro a la más perfecta regulación de su mercado, sobre todo en un país como España donde normalmente la producción y el consumo casi se nivelan de un modo natural.

La primera necesidad es estabilizar su precio de un modo firme. Esta es, además, la mejor garantía para los labradores, pues si hay varios precios, si hay en el año fluctuación de precios, téngase la seguridad de que siempre se las arreglarán los intermediarios para que siempre los productores les vendan el trigo en la coyuntura del precio más bajo. Nada más sencillo que lograr matemáticamente la estabilidad del precio del trigo. Se trata de un producto de consumición puede decirse que fija, poco sensible a los precios. Es decir, en España y en todas partes se consumirá poco más o menos la misma cantidad de trigo sea cualesquiera su precio. Es un artículo de primerísima necesidad y su consumo invariable depende sólo de cifras demográficas, de la cuantía de la población, que naturalmente no cambia ni se modifica en horas.

Las tasas, la fijación de precios mínimos y demás medidas normales de la economía liberal carecen de toda eficacia. Son fácilmente burladas y todos los beneficios que pudieran extraerse de ellas no recaen nunca sobre los labradores ni sobre todo el pueblo, sino sólo sobre los grandes caimanes que tienen montado y organizado el negocio de acaparar y especular con el trigo.

Nosotros proponemos una solución nada excesivamente revolucionaria. Sensata, que concuerda incluso con las elaboraciones de economistas y teóricos ajenos a nuestra disciplina nacional-sindicalista, si bien no del todo lejos de nosotros.

Se dirige a lograr lo que nosotros consideramos eje cardinal del problema del trigo: estabilizar su precio, impedir la acción de los intermediarios. Vedla:

La solución está en suprimir la concurrencia entre los productores asegurándoles a todos un precio de compra igual y que sólo dependa de la calidad de los productos.

Para ello sería preciso que el Sindicato nacional del trigo, entidad nunca controlada por intereses particulares, creado con la colaboración de todos los interesados y del Poder público, pudiese efectuar la compra de la totalidad de la recolección a un precio estable. Ahora bien, este organismo sólo podría conseguir esa estabilización en todo momento a base de las tres condiciones siguientes:

 

1.ª El Sindicato tendría el monopolio de las exportaciones y de las importaciones.

 

2.ª Le sería delegado el monopolio de compras.

 

3.ª Monopolizaría asimismo las ventas del trigo.

 

En lo que concierne al precio de compra no tendría por sí solo atribuciones para fijarlo. El precio había de ser fijado periódicamente por el Gobierno, que se inspiraría en una sola finalidad de interés nacional: la de nivelar en lo posible la producción y el consumo. Para evitar tanto el ser tributarios del extranjero como la anomalía de la sobreproducción. Si el precio que se fije es equitativo y justo, logrará evidentemente alcanzar la producción necesaria si es inferior y disminuirla en caso de sobreproducción perturbadora.

Lo que pretendemos es que una vez fijado el precio de compra, pueda el Sindicato mantenerlo durante un largo período sin necesidad de sacrificios económicos del Estado.

Hemos dicho que un precio justo lograría el equilibrio entre la producción y el consumo, pero naturalmente en la práctica el equilibrio exacto no podría alcanzarse, debido, por ejemplo, a que las circunstancias atmosféricas que influyen en la cuantía de las cosechas no son previsibles. Examinemos, pues, cuál sería el funcionamiento del Sindicato en los casos diversos que pueden presentarse:

 

1.° En caso de recolección deficitaria.

 

2.° En caso de que la recolección equivalga aproximadamente al consumo.

 

3.° En caso de sobreproducción.

 

Si la recolección es deficitaria, el Sindicato compraría la totalidad de la misma al curso fijado, o a los diversos precios, ya que desde luego convendría una discriminación severa de la calidad del cereal.

El Sindicato importaría las cantidades necesarias para colmar el déficit, y naturalmente las pagaría a los precios vigentes en los grandes mercados cerealistas donde las adquiriese. En este caso, el precio de venta a los harineros podría ser inferior al precio de compra a los productores nacionales, porque las compras en el extranjero tendrán la consecuencia de rebajar el precio medio por quintal.

Semejante eventualidad es, por otra parte, apetecible, porque en caso de recolección deficitaria el precio único de compra sería, naturalmente, más elevado. Además, el Sindicato, que habría comprado, por ejemplo, a los labradores españoles a 100 pesetas y cuya media de compra al extranjero fuese de 90, no vendría obligado a revenderlo a los harineros también a 90. Podría señalar 95 pesetas, y constituir así una reserva de previsión, bien para entregar al Estado como compensación a los derechos de aduanas, bien para gastos de gestión.

En regla general, como se ve, para el caso de recolección deficitaria, el trigo puede venderse a los harineros a precio aún más bajo que el fijado para la compra a los labradores nacionales.

* * *

 

Si la recolección es aproximadamente la misma que el consumo, el Sindicato compraría a los productores al precio fijado. Y el precio de venta a los harineros sería aumentado tan sólo en los gastos de gestión.

Y resultando, pues, que en este caso de recolección niveladora, los precios de venta del Sindicato nacional no diferirían mucho de los de compra a los labradores.

* * *

 

Si hay exceso de producción, el Sindicato compraría, asimismo, al precio marcado -que en este caso no sería muy alto- la totalidad de la recolección.

El excedente sería, en parte, exportado a los precios vigentes en los grandes mercados cerealistas. Otra parte podría ser retenida, inventariándola según los precios mundiales del trigo. Las diferentes operaciones producirían una pérdida variable según la importancia de la recolección.

El Sindicato podría cubrirse de esta pérdida contable vendiendo el trigo a los harineros o a otros consumidores a precios más altos que el de compra.

La diferencia entre el precio de compra y el de venta variaría, naturalmente, según la importancia de los excedentes. De otra parte, si el precio de compra debe ser lo más estable posible, el Sindicato para equilibrar sus operaciones puede modificar con más frecuencia sus precios de venta, y practicar, también, con más rigor la diferenciación de la calidad de los trigos. (Queremos decir con esto, que puede señalar precios de compra más bajos para los trigos de peor calidad o susceptibles de originar una sobreproducción: en tal caso, la diferencia entre los precios de venta de las diversas calidades, no tendría por fuerza que ser la misma que la señalada en los de compra.)

Nos encontramos, pues, que en el caso de recolección excesiva, los precios de venta del Sindicato nacional tendrían que ser superiores a los de compra, a fin de que fuese posible cargar con cantidades superiores a las que se precisan.

* * *

 

Hemos visto que en las tres hipótesis señaladas el curso que se fijase sería, desde luego, efectivo, y podría mantenerse sólo con las operaciones del Sindicato.

Para efectuar con éxito sus operaciones, el Sindicato tiene necesidad de que se le otorgue el monopolio de las exportaciones y de las importaciones de trigo, a fin de que manteniendo estable el precio de compra pueda equilibrar en todo momento la importancia de sus stocks y las necesidades del consumo.

El Sindicato necesita el monopolio de compras porque sólo la existencia de un comprador único permite la fijación de un precio único. Además, no se olvide que en este caso ese comprador único estaría sólo guiado por el interés nacional. No pretende comprar a un precio bajo o alto, sino al precio equitativo y justo que le es impuesto.

El Sindicato tiene también necesidad del monopolio de ventas, pues es mediante la diferencia entre el precio de compra y el de venta como logra realizar el equilibrio financiero de sus operaciones. Y es, asimismo, gracias al doble monopolio de compras y ventas como se hace posible arbitrar la gradación de precios por calidades. Y no se olvide que este arbitrio lo hemos señalado como eficaz contra la sobreproducción.

En realidad, en la situación actual, un exceso en la recolección representa una producción perturbadora para el equilibrio del mercado que debe tenerse en cuenta. Y es a la masa general de los agricultores a quien, en su propio interés, se la obliga hoy a soportar esta carga, ya que así puede evitar una grave caída de los precios. El Sindicato nacional, en cambio, autorizado para vender más caro que él haya comprado, reparte por igual esa carga entre todos los interesados por el trigo, es decir, labradores, harineros y público consumidor, puesto que gracias al Sindicato la totalidad de lo que haya sido pagado por los consumidores vuelve a los productores, disminuida sólo en los gastos de gestión.

He aquí, sencilla y brevemente expuesto, un plan de estabilización del precio del trigo y de remedio a las irregularidades actuales.

El Sindicato que postulamos, no hay que decir que lo entendemos en absoluto libre de toda injerencia de intereses particulares y privados.

En nuestro próximo número quizá respondamos a las objeciones que pueden sernos hechas.

(«La Patria Libre», n. 6, 23 - Marzo - 1935)