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La Conquista del Estado
La Conquista del Estado (Número 11)

La fuerza revolucionaria hay que buscarla donde la haya. Por fin, en nuestro país sonó la hora de que la Revolución circule, y hay que saludar a los estrategas animosos dondequiera que estén.

Nosotros nacemos a la vida política con entusiasmo revolucionario, felices de que coincidan nuestras preferencias de acción con las necesidades actuales de nuestro pueblo.

Los Sindicatos Únicos -la Confederación Nacional del Trabajo- movilizan las fuerzas obreras de más bravo y magnífico carácter revolucionario que existen en España. Gente soreliana, con educación y formación antipacifista y guerrera, es hoy un cuerpo de combate decisivo contra el artilugio burgués.

Cuando llegue el momento de enarbolar las diferencias radicales, nosotros lo haremos; pero mientras tanto, los consideramos como camaradas, y en muchas ocasiones dispararemos con ellos, en afán de destrucción y de muerte, contra la mediocridad y la palidez burguesas.

Aquí está Álvarez de Sotomayor, explicándonos la estructura interna de sus organizaciones sindicales. Hombre joven, de pocas ideas, las precisas, justas y firmes como músculos.

-La realidad inmediata -nos dice- es el Sindicato. La pujanza radical de éste nace de que la clave y raíz de la vida humana la constituyen los hechos económicos. El Sindicato es la entidad única que puede enfrentarse con las exigencias de la producción y del consumo.

-Los Sindicatos son apolíticos, ¿no?

-En efecto. Pero tenga en cuenta que eso de «política» es un concepto de la civilización capitalista, y somos apolíticos en tanto somos anticapitalistas y antiburgueses.

-Pero mientras la sociedad y el Estado capitalistas imperen...

-¡Ah! Los Sindicatos no colaboran con él. He ahí su carácter apolítico. La no colaboración con el Estado capitalista. Frente a frente. Le diría a usted más: un Estado frente a otro Estado.

-Sin relaciones diplomáticas.

-En absoluto.

-¿Y los Sindicatos darán la batalla al Estado? ¿Es uno de sus objetivos la suplantación del Poder actual?

-Indudablemente. Nuestras ideas nos permiten una incautación absoluta, total, del país. Formaremos cuadros de combate, armados, que den la batalla y consigan la victoria del proletariado. Es claro que preocupa e interesa a los Sindicatos ese triunfo.

-Una vez dueños del Poder, ¿no surgirían dificultades insuperables? Ustedes no son comunistas; por tanto, no les sirve ni seguirán la experiencia rusa.

-No creemos en esas dificultades. Los Sindicatos aseguran y garantizan la producción, y eso basta. Todo lo demás es pura y fácil consecuencia.

-¿No habrá tiranía del Sindicato?

-No. Imposible. Sus funciones no son coactivas sino en lo que afecta a la organización económica. Desde que alguien traspasara la frontera, no tendría más remedio que ingresar en un Sindicato. Es el único medio de que tuviese derecho a garantías de seguridad de subsistencia. Pues formando parte de un Sindicato, el de un ramo cualquiera, daría una prueba de su cooperación a una tarea productiva. En cambio, fuera de un Sindicato, el hombre, el trabajador, no ofrecería garantía ni valor alguno a la sociedad. Ahora bien, finaliza la intervención del Sindicato cuando se trata de otras cuestiones que las económicas. El hombre, pues, será libre.

-Sí, claro. El hombre es libre, pero dentro del Sindicato. Si en vez de Sindicato ponemos Estado, nos encontraremos con el fascismo.

El camarada Álvarez de Sotomayor se sonríe, y niega. Hemos de continuar el diálogo en otra ocasión. Pues se precisan, como se ve, muchas aclaraciones. Y con toda cordialidad las haremos. Uno y otro.

(«La Conquista del Estado», n. 11, 23 - Mayo - 1931)