Después de perfilados en las páginas anteriores los contornos de ambas organizaciones, extrañará a muchos que pudiesen llegar a un acuerdo de fusión.

Las J.O.N.S. habían levantado y creado una bandera, el nacional-sindicalismo. Habían descubierto y adoptado los símbolos históricos, las flechas yugadas, y manejaban un vocabulario antiburgués, un patriotismo social.

F.E., en tanto, vacilaba en sus nortes, influida en gran parte por la tradición política reaccionaria de la mayoría de sus militantes, influida también por el apellido de su dirigente más destacado, Primo de Rivera, que, naturalmente, enlazaba a la organización de modo automático con el período de la Dictadura.

Sin embargo, la unificación se hizo, aunque no sin vencer dificultades, y en realidad había muchas razones objetivas en favor de ella. En primer lugar, los enormes defectos que se advertían en F.E. eran, quizá, de signo transitorio, podrían ser anulados y vencidos. En cuanto a aquella masa de aluvión, carecía de vigor y de una conciencia histórica unida, por lo que no había de resultar difícil desplazarla de las zonas de dirección. De otra parte, las J.O.N.S., manejando la resonante plataforma de F.E., podían conseguir con relativa facilidad la popularización de sus consignas.

No se olvide que la fundación de F.E., acaecida, como se sabe, cuando las J.O.N.S. comenzaban a ganar popularidad y prestigio, polarizó la atención del país hacia ella como organización del fascismo. Más tarde, los incidentes repetidos en la calle con motivo de la venta del semanario y los asesinatos a que ya nos hemos referido, contribuyeron a mantener en torno a F.E. la expectación, viéndose, en cambio, las J.O.N.S. un tanto desplazadas y luego paralizado su avance.

Aun así, los jonsistas no vacilaron, siguiendo fieles a su bandera; pero el ingreso de nuevos militantes, la ruta ascensional de las J.O.N.S., encalló visiblemente a raíz de la fundación de F.E. Claro que ello podía ser, y lo era sin duda, un fenómeno transitorio, que se da con frecuencia en todas las organizaciones políticas ante la novedad de grupos afines. Y que desaparecería en cuanto pasasen dos o tres meses, al tropezar F.E. con las primeras dificultades. Pero de otra parte, los dirigentes jonsistas sabían que Primo de Rivera y Ruiz de Alda deseaban la unificación y mostraban una marcada tendencia a favorecer las consignas jonsistas, que podrían así imponerse y ser adoptadas por todo el movimiento.

En efecto, Ruiz de Alda, joven, de gran sentido popular, podía sin violencia alguna mostrarse conforme con el nacional-sindicalismo jonsista. Y Primo de Rivera, desde los tiempos inmediatamente postdictatoriales de sus propagandas ultraderechistas de la Unión monárquica, en 1930-31, venía evolucionando cada día más hacia una interpretación revolucionaria del fascismo, que facilitaba la inteligencia con las J.O.N.S.

Los días 11 y 12 de febrero de 1934 se reunió en Madrid el Consejo Nacional jonsista. Entre los temas a tratar figuraba éste: Actitud de las J.O.N.S. ante el grupo F.E.

En aquellos días, con motivo de un registro policíaco en el local jonsista de la calle de los Caños, en el que se habían encontrado unas pistolas, no fue autorizada la celebración del Consejo; y, además, se dicto, por la Dirección de Seguridad, orden de detención contra Ramiro Ledesma, que había de presidirlo.

El Consejo se reunió, clandestinamente, en el despacho de un militante, en un ático de la Gran Vía. Lo componían: Gutiérrez Ortega (Granada), Sanz (Bilbao), Montero Díaz (Galicia), Onésimo Redondo (Valladolid), Bedoya (ídem), Candial (Zaragoza), Oliva (Zafra), Cebriano (Barcelona), Lloret (Valencia) y Juan Aparicio, Sotomayor, Giménez Caballero, Guerrero y Aguado (Madrid).

En relación a la táctica con F.E. fueron examinadas dos tendencias. Una sostenía la necesidad «de que las J.O.N.S. afirmen su desconfianza ante ese grupo, declarando a sus dirigentes y a las fuerzas sobre que apoyan sus primeros pasos como los menos adecuados para articular en España un movimiento de firme contenido nacional y sindicalista». La otra estimaba «que el movimiento F.E. encierra algunas calidades valiosas y que sus dirigentes pueden, sin dificultad, interpretar una actitud nacional-sindicalista. Apreciamos, sin embargo, en su táctica y actuación anterior graves errores, que pueden ser corregidos, y, desde luego, creemos que las J.O.N.S., antes de denunciarlos y combatirlos, deben intentar influir en aquellos medios para lograr su rectificación posible. A este efecto, defendemos que las J.O.N.S. deben invitar solemne y cordialmente a F.E. a que se desplace de sus posiciones rígidas, situándose en un terreno nuevo, donde resulte posible la confluencia, unificación y fusión de ambos movimientos. Y si fracasa la invitación a que aludimos, creemos corresponde apoyar y aprobar la primera tendencia».

Triunfó la segunda por mayoría de opiniones. En el acto, se invitó a Ruiz de Alda y a Primo de Rivera para que, si lo creían oportuno, aclarasen ante el Consejo la posición de F.E., en relación a varios extremos de doctrina y de táctica. Y una vez perfiladas y aceptadas las bases del acuerdo, procedieron a firmarlo, Primo de Rivera por Falange Española, y Ramiro Ledesma, por las J.O.N.S.

Este hecho fue luego muy discutido entre los jonsistas. Los militantes de F.E. lo acogieron de muy distinta manera, según los sectores. El sector anciano, tradicional y upetista, con profundo recelo, pues consideraba a los jonsistas elementos «petroleros» y subversivos, hombres peligrosos. En cambio, la mayoría de los jóvenes de Falange, recibieron la unificación con profunda alegría.

El calificado jonsista Montero Díaz discrepó del acuerdo, dimitió sus cargos y se dio de baja en la organización, baja que reservó Ledesma concediéndole unas vacaciones. Ofrecemos aquí prueba documental de su actitud, mediante una carta suya dirigida a Ledesma, y en circular, a los camaradas de sus secciones gallegas:

 

 

Querido camarada Ledesma: Las J.O.N.S. no se desvían, decían los números 5 y 6 de nuestra revista, refiriéndose a F.E.

Y cuando ingresé en las J.O.N.S., llevando un compacto grupo de militantes conmigo, hice de esta plataforma una consigna. Manteníamos el sentido patriota y revolucionario de las J.O.N.S. como nuestra bandera de combate más diáfana.

Llegó el Consejo Nacional, al que no pude asistir. Ya conoces la opinión que os remití. Centuplicar nuestras actividades, aclarar nuestra actitud; no fundirnos con un movimiento cuyas limitaciones derechistas eran bien patentes.

Y las J.O.N.S. se desviaron.

Yo, por la campaña que hice en toda Galicia contra la F.E., basándose en aquellas circulares vuestras; porque sé que, a pesar de todas las declaraciones verbalistas en contrario, las gentes, el contenido y las maneras políticas de la Falange están en abierta oposición a la revolución nacional, y siguen estándolo, me encuentro totalmente desplazado dentro de un movimiento que quiere unir dos tendencias en realidad tan distintas como las primitivas J.O.N.S. y la Falange.

Y los revolucionarios de envergadura española os sentiréis también desplazados muy pronto.

Aquella campaña mía me inutiliza en Galicia para militar bajo la doble advocación de F.E. de las J.O.N.S., cuya irreductibilidad mantuve a capa y espada.

Mi íntima convicción de que, malgré lui, los contingentes falangistas están muy lejos de entender y sentir los objetivos reales de nuestra revolución, me impide prestar la disciplina inquebrantable y fanática que necesito dar al Partido.

Por esto, camarada, y en congruencia con mi tajante opinión, remitida al Consejo Nacional, prefiero situarme voluntariamente fuera de la nueva disciplina.

Entiende bien —te lo digo a ti porque ni un solo momento reconozco otro jefe político— que mi fe nacional-sindicalista no ha sufrido ni sufrirá el más mínimo quebranto. Pero mi colaboración bajo otros jefes, que sé que representan otro concepto de la revolución, es imposible.

Se llamará izquierdista a esta actitud. Y no lo es. Es, en cambio, derechista la esencia misma de la Falange. Esa esencia se conserva a pesar de la unión. Y se impondrá, por desgracia, camarada Ledesma. Algún día te darás cuenta de ello.

Y si ese día decides recobrar la independencia del movimiento o crear uno nuevo bajo las mismas orientaciones que las primitivas J.O.N.S., «planteando la lucha con el marxismo en el plano de la rivalidad revolucionaria, me volverás a tener incondicionalmente bajo tu jefatura.

Si ese día no llega, o mientras no llegue, puedes tener la seguridad de que mi retirada de toda actividad política será radical y definitiva. Pondré en mi silencio la misma energía que me has visto poner en la acción jonsista en Galicia.

Salud, camarada, y hasta que tú quieras.— Santiago Montero Díaz. 12-3-34.

 

 

Montero Díaz tenía, en cierto sentido, razón al calificar así el perfil falangista. Pero su actitud prescindía de circunstancias muy calificadas, que aconsejaban, a pesar de todo, la unificación. Es evidente que las J.O.N.S., aun sacrificando aparentemente su predominio, lograron incrementar considerablemente su radio de acción.

Había, además, en el seno de las J.O.N.S. una corriente que postulaba el acercamiento a F.E. También los jefes falangistas lo deseaban, y al ver las dificultades —no se olvide que transcurrieron más de tres meses desde el mitin de la Comedia hasta la fecha histórica del acuerdo—, unos y otros, maliciosamente, señalaban como una de las trabas el posible afán de Ledesma de no perder la jefatura jonsista. El error era patente. Este amarada, en cuanto creyó oportuna y beneficiosa la unificación, se mostró partidario de ella, con toda generosidad y desprendimiento personal.

Es notorio que los objetivos supremos y fundamentales de las J.O.N.S. eran éstos dos: la lucha por la revolución nacional-sindicalista y la lucha contra el marxismo, rival revolucionario y enemigo peligroso. Si se percibía, en efecto, algún peligro para el carácter decididamente antiburgués y patriótico-social del jonsismo, había también la posibilidad de robustecerse, sobre todo si en el seno de la nueva entidad, F.E. de las J.O.N.S., se maniobraba con algún talento, capacidad y audacia.

El día 16 de febrero se hizo pública la noticia en la Prensa, mediante la siguiente nota:

 

Ha sido firmado el documento por el cual las J.O.N.S. y Falange Española forman una organización única.

El nombre oficial del movimiento será Falange Española de las J.O.N.S.

 

Se ha establecido como imprescindible que el nuevo movimiento insista en mantener una personalidad que no se preste a confusionismo alguno con los grupos derechistas. Las jerarquías superiores de F.E. y de las J.O.N.S. han constituido una Junta única de mando. En todos los grados nacionales y locales de la organización la fusión se realiza con el mismo criterio de totalidad. Todos los mandos serán encomendados a militantes más jóvenes de cuarenta y cinco años.

 

El emblema del movimiento ha de ser las cinco flechas y el yugo de las J.O.N.S. En el programa aparecerán siempre mantenidas las bases fundamentales en que ya existía perfecta coincidencia: unidad patria, acción directa, antimarxismo, antiparlamentarismo, revolución económica que instaure la redención de la población campesina, obrera y de todos los pequeños productores.

 

 

Puede presumirse el efecto que, en ciertos núcleos falangistas, produciría la nota. Sobre todo, la base que fijaba en cuarenta y cinco años la edad para desempeñar puestos de mando. Pues la mayor parte de las Secciones provinciales de F.E. estaban dirigidas por gentes que sobrepasaban esa edad.

Para F.E., la unificación con las J.O.N.S. supuso un respiro formidable. Era su primer éxito, después de una etapa tremenda, en la que no había cosechado sino víctimas. Después de la fusión, y con motivo de ella, la organización nueva cobró una moral más fuerte y mejores ánimos para la lucha.

Nos parece oportuno publicar aquí pruebas oficiales acerca de cómo fue recibida la unificación y el espíritu con que se hizo por unos y otros. Dos son suficientes: el articulo del semanario F.E., por el que se dio cuenta a la Falange Española del hecho, y la circular de los dirigentes jonsistas a sus camaradas.

He aquí el primero, publicado en el número de F.E. correspondiente al día 22 de febrero:

 

Desde la pasada semana F.E. y J.O.N.S. forman una organización única, con una Junta única de mando, con una perfecta fusión en todos los grados nacionales y locales de la jerarquía, con una entrañable fraternidad en todas las masas de afiliados. No podía ser de otra manera. No es una unión lo que se ha logrado, sino una hermandad lo que se ha reconocido. Por eso, no nos ha costado un solo minuto la discusión programática, y luego, en toda la práctica labor de acoplamiento de mandos, la generosidad y buena voluntad han sido tales por ambas partes que ninguna dificultad ha surgido en las deliberaciones y resoluciones de la superioridad, cuyo solo criterio ha sido el de dar el máximo incremento a nuestra empresa común de redención de España y de constitución del nuevo Estado. Sirva de ejemplo a todas las Juntas provinciales. F. E y J.O.N.S. eran dos movimientos idénticos, procedentes de un mismo estado de espíritu ético y patético, con raíces intelectuales comunes, nacidos de una misma escueta autenticidad española. Uno y otro estaban y están puestos al servicio de las mismas grandes invariantes de la historia patria y nutridos de la misma actualidad técnica y universal frente a la vicisitud de los tiempos. Además, las gentes de F.E. y de las J.O.N.S. estaban ligadas por amistades verdaderas y por un exacto y mutuo conocimiento, que tenía que sobreponerse de una vez para siempre a toda superficial diferencia y a toda competencia circunstancial. Este último momento de F.E. como entidad separada de las J.O.N.S. es necesario que aprovechemos para levantar el elogio que dentro nos cantaba de siempre a estos camaradas que ya son unos con nosotros, no ya solamente en la fe y en el combate desde siempre comunes, sino en la disciplina, en el destino de cada momento, bajo ese claro símbolo imperial de las flechas y el yugo, que tomamos desde hoy como nuestros, y que siempre sentíamos, como nuestros, insustituibles. Con las J.O.N.S. en hermandad única y nueva vamos a reponer en el escudo, en el cuadrante solar de las Españas, yugo y haz; equilibrio perfecto de la pastoral y la epopeya. Esa es nuestra meta de combate, camaradas de la que hoy se llama para siempre Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. Nuestros hermanos de las J.O.N.S., guiados por Ramiro Ledesma, fueron los primeros en abrir la brecha difícil. Fueron la primera guerrilla del estilo nuevo, los gallos de marzo que cantaron escandalosos y aguerridos la gentil primavera de las Españas, la que hoy nos da ya por todas partes su brote irresistible de verdor. Y no podía ser, decimos, de otra manera. Dos movimientos, con una finalidad idéntica, afianzados, además, en el principio inconmovible de la unidad y la abolición de los partidos, no tenían otro remedio sino aniquilarse uno a otro, lo cual hubiera sido inhumano, ininteligente y absurdo, o fundirse en uno solo apenas demostrada la ya demasiado evidente vitalidad de entrambos. Hecha la unión, en todo nos ha sonreído la fortuna.

 

El movimiento de las J.O.N.S. había sobre todo insistido en una cierta crudeza de afirmaciones sindicales, que en nosotros habían quizá retardado su virtud operante y expresiva, aunque estuviesen bien dibujadas en nuestras entrañas. Con las J.O.N.S. hoy todavía más que ayer, al formarnos en un solo haz de combate somos rotundamente «ni de izquierdas ni de derechas», o sea, de España, de la Justicia, de la total comunidad de destino, del pueblo como integridad victoriosa de las clases y de los partidos.

 

Uno de los primeros efectos que la superioridad había previsto como resultado inmediato de la unión era la seguridad de que nuestro movimiento aumentaría poderosamente sus capacidades de atracción. El mismo día de firmado el pacto este resultado previsor se producía en gran escala, no sólo por mayor afluencia de adhesiones, sino por la incorporación en bloque de núcleos importantes, que daremos a conocer en breve. Saludemos todos esta unión fraternal, absoluta y sin reservas, camaradas de F.E. y de las J.O.N.S. Al escribirse este árticulo es la última vez ya que se verán separados nuestros nombres. Nos hemos unido por arriba, como seres nobles y generosos, para defender abnegadamente a la Patria, y no por subalternos intereses particulares, que unen a los partidos de clase bajo máscaras de grandes principios. Nosotros no tenemos intereses subalternos de clase, y quien nos conozca y quien nos mire de cerca y en lo hondo, lo sabe. Nos hemos unido no sólo por lo más alto y noble, sino por la emoción, aún más que por la inteligencia. La sangre de nuestros muertos nos ha unido, y ella es la que ha sellado nuestro pacto. Aquí abajo nos abrazamos nosotros en un solo haz; pero allá arriba, sobre el cielo azul de las Españas, se dan hoy un abrazo estrecho José Ruiz de la Hermosa y Matías Montero. Ante nuestras filas cerradas, ellos están presentes.

 

No es difícil percibir, a través de la retórica de este artículo, el estado de espíritu de quien recibe con toda oportunidad un auxilio considerable. He aquí ahora el documento jonsista, la circular publicada en la revista JONS, mediante la cual se comunicó a todos los camaradas la noticia de la fusión:

 

Nos apresuramos a informar a todas las Secciones jonsistas acerca de la situación creada al Partido con motivo de nuestra fusión o unificación con Falange Española.

 

Ante todo, hacemos a nuestros camaradas la declaración de que tanto el Consejo Nacional como el Triunvirato Ejecutivo decidieron la unificación de las J.O.N.S. con Falange Española para fortalecer y robustecer la posición nacional-sindicalista revolucionaria que nos ha distinguido siempre. No hemos tenido, pues, que rectificar nada de nuestra táctica, y menos, naturalmente, de los postulados teóricos que constituían el basamento doctrinal de las J.O.N.S. Los amigos de Falange Española seguían un camino tan paralelo al nuestro que ha sido suficiente el contacto personal de los dirigentes de ambas organizaciones para advertir y patentizar totales coincidencias en sus líneas tácticas y doctrinales.

 

Vamos a constituir, pues, un movimiento único. En él tenemos la seguridad de que los camaradas de los primeros grupos jonsistas destacarán sus propias virtudes de acción y movilidad, influyendo en los sectores quizá algo más remisos, para que se acentúe nuestro carácter antiburgués, nacional-sindicalista y revolucionario.

 

A continuación os exponemos las líneas generales que presiden nuestra fusión con Falange Española, y que habrán de completarse con instrucciones concretas, dirigidas particularmente a cada Triunvirato local, a los efectos de que en el más breve plazo, con absoluta disciplina, tengan en cuenta todos los jerarcas y camaradas jonsistas las siguientes bases del acuerdo:

 

1) Todas las Secciones locales del nuevo movimiento se denominarán Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de... (J.O.N.S. de...) y la integración nacional, la denominación total del Partido será Falange Española de las J.O.N.S. Las J.O.N.S. actualmente constituidas permanecen y las Secciones locales de F.E. pasarán a ser J.O.N.S., rigiéndose unas y otras por los nuevos estatutos que se están elaborando.

 

2) Falange Española de las J.O.N.S. tendrá al frente una Junta de Mando, formada por siete miembros, funcionando en su seno un Triunvirato Ejecutivo: los camaradas José Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda y Ramiro Ledesma Ramos.

 

3) El emblema y bandera del nuevo movimiento son los mismos de las J.O.N.S. Nuestros camaradas no tienen, pues, que modificar en lo más mínimo las insignias que hoy poseen, y esperamos que constituya en el futuro una ejecutoria y un orgullo disponer de los primeros modelos jonsistas.

 

4) Exactamente a como ya ocurría en nuestras Juntas, el nuevo movimiento tenderá a ser la expresión vigorosa de toda la juventud y regirá en su organización el principio de recusar para los mandos a camaradas mayores de cuarenta y cinco años.

 

5) F.E. de las J.O.N.S. elaborará un programa concreto, que afecte a las inquietudes económicas de las grandes masas, interpretando la actual angustia de los trabajadores y de los industriales modestos.

 

En fin, camaradas, os repetimos como última orden nuestra que nutráis en bloque, con todo entusiasmo, las nuevas filas, que desde luego, son las mismas nuestras anteriores. Y que, en vez de interpretar este hecho de nuestra fusión como una rectificación o una política de concesiones a nuestros afines, os reafirméis en la línea jonsista de siempre, disponiéndoos a ser más nacional-sindicalistas y más revolucionarios que nunca.

 

¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVAN LAS J.O.N.S.! El Triunvirato Ejecutivo Central.

 

Madrid, febrero de 1934.