La doctrina marxista es falsa. La táctica marxista es errónea. Los jefes marxistas son traidores

Que lo sepan todos, que lo sepan principalmente los trabajadores, los modestos industriales, los labriegos; todos los españoles, en fin, desasistidos y agobiados por la explotación y la injusticia. El marxismo no sabe, ni puede, ni debe hacer la revolución.

Ahí está el ejemplo de octubre: incapacidad, traición y crimen. Las masas laboriosas no deben entregar más su confianza a los marxistas, que escamotean siempre las verdaderas victorias populares y son enemigos públicos y notorios de nuestra Patria española.

Nadie tiene, pues, que perder la esperanza, ni los españoles que pasan hambre y miseria, ni los trabajadores en paro, ni los industriales medio en ruinas, ni los labradores, ni las juventudes con brío, ni los españoles con fervor nacional y grandes ambiciones para la Patria.

Es el papel, la misión y el norte del nacional-sindicalismo jonsista, precisamente ése: dignificar y hacer posible y fecunda la revolución, convirtiéndola en revolución nacional española al servicio de todo el pueblo y del imperio y de la grandeza de la Patria. Ensanchar, incorporar las capas populares a la Patria, de modo que sean con alegría su puntal más firme y más profundo, y para ello convertir la Patria en Patria revolucionaria; es decir, socialmente justa, y a la vez ambiciosa, pujante y fuerte.

Pero no hay Patria ambiciosa, pujante y fuerte si no influyen en sus destinos, incorporados a su Estado Nacional, los grupos más valiosos, enérgicos y capaces. Por eso el nacional-sindicalismo pretende para España una movilización popular, de la que se destaquen sus valores más firmes; es decir, sus caudillos, sus jerarquías y sus consignas para todo el pueblo.

(La Patria Libre, n. 1, 16 - Febrero - 1935)