No se comprende fácilmente la existencia en España de eso que se llama problema del trigo, materia cuya producción es, sin grandes desniveles, pareja al consumo nacional. Por eso el problema aquí tiene poquísimo que ver con esas grandes crisis por que atraviesan desde hace años los grandes países exportadores, como Estados Unidos y Argentina. Crisis que se resumían en una explicación sencilla: aumento de la producción, caída vertiginosa de los precios, cantidades fabulosas de trigo sin comprador posible.
¿Qué pasa con el trigo en España? Repetimos que no son fácilmente visibles los miasmas perturbadores de nuestro mercado triguero. Los agricultores que constituyen el frente triguero sostienen desde luego una posición lícita, pidiendo se activen procedimientos de simpática audacia frente a la lentitud y la obstinación del ministro.
Pero ya se han movilizado también esos llamados agrarios. Esos residuos de la política más vieja, decrépita y opaca que España ha conocido. Y sin más, lanzan su petición: que el Estado utilice 500 millones en la compra de trigo. ¡Magnífico! ¿Qué catástrofe comercial, qué variaciones en las exportaciones, qué fenómenos nuevos en la producción y venta del trigo justifican esa apelación a las finanzas del Estado?
Se comprende esa política en los Estados Unidos, que además de tener basada su economía en la movilización de medios financieros muy poderosos, tenía que hacer frente a una catástrofe similar a la del algodón. Roosevelt empleó en la tarea de contener la baja de los precios del algodón y del trigo centenares de millones de dólares. Pero la proposición o deseo mostrado por los agrarios de que el Estado español inicie una política similar respecto al trigo, lo creemos desorbitado y en absoluto improcedente.
Parecen muy otras las atenciones que requieren los campos españoles y concretamente todo cuanto se refiere a la producción cerealista. Los llamados agrarios se atrincheran en un espíritu de clase que más bien perturba y perjudica a los labradores. Claro que bien sabemos su finalidad última. Que no es librar al campo de la ruina ni de la vida miserable y trabajosa, sino poner en pie de nuevo las viejas oligarquías caciquiles, aún supervivientes en gran parte de Castilla, y de ello son muestra los más señalados capitostes de la minoría agraria.
(«La Patria Libre», n. 2, 23 - Febrero - 1935)