Los jonsistas queremos la unidad nacional, la unidad social y la unidad política de España.

Por eso luchamos contra los separatismos, contra el marxismo y contra los partidos

Los jonsistas buscamos con afán el medio de unificar la conciencia de todo el pueblo. Sabemos que operan en España fuerzas y poderes que tienden criminalmente a romper esa unidad y a destruir así la base más firme de nuestra Patria española.

Nada más absurdo que la tarea de dividir a los españoles por motivos episódicos, artificiosos y vanos. Nosotros, en cambio, creemos en la necesidad de conquistar para todos los españoles la conciencia de su unidad moral, es decir, la conciencia de sentirse partícipes de una auténtica y verdadera comunidad española.

Sabemos nosotros que sólo así subsistirá la Patria, y que sólo así subsistirá vivo y poderoso el aliento de los españoles.

Reconocemos hoy, pues, por enemigos a todos cuantos impiden la victoria y el desarrollo de ese espíritu de comunidad nacional a que aspiramos. Y también los que traten de edificarla únicamente sobre bases ya reconocidas como fracasadas o, por lo menos, insuficientes para sustentar y garantizar el vigor de nuestra raza.

Queremos que los españoles recobren la confianza en su propio carácter de españoles. El ser español es una gran cosa, y si alguien o muchos no ven esto claro, y no perciben en su alrededor grandeza alguna, ha de saber que ello se debe a la anormal y hasta criminal situación en que hoy estamos, sin conciencia de la comunidad nacional, sin apelación profunda y diaria a eso que somos antes que cualquiera otra cosa: españoles.

Sólo así va a ser posible, no ya la reconstrucción de España y la salvación de los españoles, sino la existencia misma de España como Patria libre, y la de los españoles como pueblo independiente.

Hay fuerzas disgregadoras corrosivas que viven y luchan por destruir el sentimiento de comunidad nacional, y ellas son los principales enemigos de España y del bienestar de los españoles. Ahí está el marxismo, que destruye la unidad social de España e impide el triunfo de la convivencia justa. Ahí están los nacionalismos periféricos, negando no sólo la unidad profunda y nacional de todos los españoles, sino propagando sus afanes de edificar contra España unas supuestas patrias traidoras y balcanizar nuestra magnífica Península.

Todo eso tiene que desaparecer si ha de restaurarse en la conciencia de todo el pueblo el sentimiento de comunidad nacional española. La empresa es de formidable volumen, y si los jonsistas la colocan sobre sus hombros, es porque les guía y orienta una confianza ciega en que el pueblo, todo el pueblo, dejará muy pronto de ser de tal modo hostigado y maltratado por esas fuerzas enemigas de su unidad social, nacional y moral, que movilizará el vigor suficiente para salvarse.

Es cuestión de vida o muerte para España y para los españoles la comunidad nacional de todo el pueblo

La masa general del pueblo está desvinculada de un servicio fervoroso a su Patria española precisamente porque está roto ese sentimiento de comunidad nacional a que nos venimos refiriendo.

Cuando los jonsistas nos preguntamos cómo es posible que el pueblo español haya sido arrastrado a la situación presente y cómo después de demostrar su vigor y su fuerza ante el mundo se resigna a ser engañado miserablemente por minúsculos grupos de farsantes y de traidores, localizamos las causas en la ausencia de espíritu fuerte de comunidad entre los españoles.

Pero ese espíritu no es una ilusión nuestra. Ha existido siempre en España, y hoy lo sentimos como una necesidad nosotros y con nosotros la masa popular no pervertida.

Y nosotros sabemos que el pueblo español, ese pueblo laborioso que merece un destino muy diferente al que le proporcionan los errores y las traiciones de las minorías directoras, es el primero en sufrir las consecuencias de que él, todo el pueblo, todos los españoles, no aparezcan hoy en un mismo frente de comunidad nacional.

Pues el pueblo queda así indefenso, derrotado, víctima siempre de los más fuertes, y ocurrirá que en las crisis económicas, en las situaciones de desventura, sea él quien padezca más que nadie las dificultades y los dolores.

Ello no es tolerable. Nosotros queremos que todos los españoles se consideren igualmente obligados a una línea de sacrificio por la Patria, a soportar por igual sus catástrofes y sus triunfos.

Nos parece monstruoso, absolutamente fuera de toda justicia, que en momentos de crisis, de angustia, de dificultades, haya núcleos extensos a quienes no alcance una participación en ellas.

No puede pensarse como normal un tal desvinculamiento y ruptura entre la vida de España y la de los españoles. Repetimos que si España atraviesa horas difíciles y negras, ningún español debe atraversarlas luminosas y brillantes.

Precisamente, el panorama del gran capitalismo ofrece con frecuencia un espectáculo así. Una Patria en ruinas, económicamente deshecha, y al lado unos magnates de la economía que no sólo no tienen motivo alguno de preocupación, sino que quizá especulan con esas mismas ruinas nacionales.

Lucharemos sin tregua porque los españoles recobren vigorosamente su sentido de comunidad en el seno de la Patria.

Y buscaremos la colaboración de todo el pueblo para desentrañar las causas de su ruina, localizar los grupos enemigos que corroen su vitalidad y desenmascarar las ideas traidoras que han dejado a España sin jugo.

(«La Patria Libre», n. 5, 16 - Marzo - 1935)