Reconocida la necesidad de la revolución totalitaria, lo imprescindible de un triunfo sobre las tendencias disgregadoras de los partidos y sobre la barbarie roja, nos corresponde jalonar las etapas. Hoy las JONS tienen que preocuparse, en primer lugar, de conseguir la organización de grupos de choque, capaces de dar batalla violenta al marxismo y a los separatistas en los focos traidores donde acampan. Es nuestro primer problema, y eludirlo supone edificar en el vacío, equipararnos a esos "fascios" de aficionados que andan por ahí. El Partido, su futuro y las grandiosas metas españolas que nos orientan, dependen de que realicemos con éxito esa primera etapa. Sin ella, no hay JONS, ni habrá España, ni régimen corporativo, ni nada que merezca la pena ser vivido en la Península. Pues esos grupos, esas avanzadas del coraje español, serán la levadura para que todo el pueblo perciba la angustiosa verdad de España y se una decidido a nuestras tareas".

Las revoluciones no se hacen solas, sino que requieren y necesitan hombres de temple, hombres revolucionarios. Nuestros grupos tienen que poseer mística revolucionaria, es decir, creencia firme en la capacidad de construcción que sigue a las masas nacionales cuando éstas imponen y consiguen conquistar revolucionariamente a la Patria. Pues se conquista aquello que se estima y quiere. Y las JONS no tienen otra estimación y otra querencia que la de servir una línea de poderío y eficacia para España.

No hay romanticismo lírico en nuestra actitud. Es que necesitamos y precisamos de la Patria para el desarrollo cotidiano de nuestro vivir de españoles. Es que con una España débil, fraccionada y en pelea permanente consigo misma no hay en torno nuestro sino indignidad, vacío, ruina, injusticia y miseria.

Todo cuanto hay y existe en España adolece de esa infecundidad radical que consiste en estar desconectado de toda emoción y servicio al ser histórico de España. En plena anarquía antinacional o por lo menos indiferente a que las tareas nacionales, los fines comunes, o que da entraña y personalidad a la Patria, se realice o no.

Ahí están las regiones pidiendo estatutos. Los sindicatos de trabajadores contestando al egoísmo antinacional de los capitalistas con su exclusiva preocupación de clase. Los funcionarios pendientes del sueldo y de las vacaciones, etc., etc. Las JONS incorporan ante todo la consigna de nacionalizar esos grupos y esos esfuerzos que viven fuera de la disciplina española, en el vacío de una lucha y de una agresividad ciegas.

Y son los trabajadores, es decir, los sindicatos obreros, los que con mayor urgencia y premura tienen necesidad de que se vigorice y aparezca sobre la Península la realidad categórica de España. Suelen pedir ellos la nacionalización de ciertos servicios, de determinadas zonas de la producción, pero nadie en su seno les ha planteado la imperiosidad de nacionalizar los mismos sindicatos, es decir, de situar su lucha y su carácter en un plano nacional de servicio a España y a su economía. Bien se cuidan los dirigentes marxistas de que este objetivo no aparezca, pues les interesa el forcejeo diario y la ignorancia misma de que España existe y tiene la economía propia que no coincide ni es la economía privada de estos o de los otros capitalistas, sino la que sostiene y alienta su realidad como nación, la economía del pueblo, de la que depende estrictamente su bienestar y su trabajo.

 

Ramiro Ledesma Ramos

 

(«Libertad», Valladolid, año III, nº 68, 18 – diciembre – 1933, p. 1)