Nos cuesta poco esfuerzo reconocer la licitud política del Gobierno Casares Quiroga, y también, naturalmente, la del Frente Popular. Y se la otorgamos, no a título de reconocimiento de virtudes, sino por su carácter de sucesores forzosos de una etapa, entre calamitosa y grotesca, donde apareció demostrada la ineptitud de los hombres y la flacidez de los ideales derechistas.
NUESTRA REVOLUCION no moverá, pues, pleito agudo al Gobierno. Nos importan, más que esos menesteres, otros que reputamos de más sustancia nacional e interés para los españoles. Tras de éstos iremos, con la fe y el denuedo de quienes se saben en posesión de anchas verdades, poco conocidas por aquellos mismos a quienes más interesan.
La primera convicción nuestra, la primera verdad que manejamos, es la de que los males de España, las supremas angustias de los españoles no puede ser sólo explicadas por las incidencias diarias de la política. En ese plano exclusivo no permaneceremos, por tanto, nosotros.
Hace ya varios quinquenios que en España vienen intentándose o ensayándose realizaciones revolucionarias. El calificativo es quizá exagerado, porque las transformaciones positivas, de sentido creador, son, hasta ahora, en realidad, bien leves.
Nos importa identificarnos con el propósito de "revolver" la ruina secular de nuestro pueblo. Pero en trance de "revolución", una preocupación es fundamental: extraer de ella no sólo la permanencia, sino también, y sobre todo, la fortaleza de nuestra nación. Es decir, la fortaleza de los españoles, su felicidad posible y su vigor histórico, que tanto monta.
La sospecha de que el proceso revolucionario en marcha entenebrece sus rutas y quiere ignorar, como uno de sus nortes, el de ser precisamente la revolución nacional que España precisa, es asimismo lo que moviliza hoy nuestras plumas con urgencia. Quisiéramos aclarar el camino de la transformación española, garantizar su futuro y vencer aquellas orientaciones que encierran en su seno tanto el fracaso de la revolución como el predominio de ideales traidores.
Nuestra polémica va, pues, a moverse en torno a cuanto hoy afecta a los españoles de modo más profundo: la posibilidad misma de ser o no un pueblo libre, y el hallazgo de un resorte que nos abra con claridad el camino de la redención social y de la convivencia histórica.
(«Nuestra Revolución», n. 1, 11 - Julio -1936)