No se crea, no se crea que «el camino seguro de una ciencia», añorado por Kant para su filosofía, ofrece seguridades absolutas. Hace ya tiempo, medio siglo quizá, que el matiz polémico ocupa en las ciencias más firmes espacios enormes. Es, si se quiere, una nueva y radical manera de contemplar el espectáculo científico, que de todos modos supera las concepciones antiguas. El desarrollo de las ciencias se hizo a costa de renunciar a un gran número de nociones difíciles. El principio de economía —de esfuerzo abstracto— ha regido la marcha científica durante los dos últimos dos siglos. Era previsible que una época mejor dotada y heroica acometiese el cultivo de las dificultades eludidas. Para la matemática, podemos señalar el comienzo de una era así en las exploraciones cantorianas que dieron lugar a la magna teoría de los conjuntos. Las Aritméticas transfinitas y la gran discusión suscitada alrededor del conocido axioma de Zarmelo mantiene hoy a esta ciencia en el cauce polémico. Sin olvidar la renacida pelea en torno al intuicionismo, que en las altas esferas del Análisis matemático sostienen Brouwer, Fréchet y otros.

La Gestalttheorie —teoría de la figura o de la estructura— supone para la Psicología uno de esos fundamentales parpadeos que ponen en quiebra la raíz misma de los saberes. Pues considérese la Psicología, ciencia moderna y petulante, creyéndose ya en ruta ascendente y definitiva, tras de unos objetos de conciencia bien localizados y fieles, con unos átomos —las sensaciones— que se prestaban a toda clase de recursos. Y de pronto, la Gestalttheorie declara falsos esos objetos, requiriendo para la Psicología una problemática de más firme nivel. Después de la relatividad einsteniana, no creemos que en los años últimos se haya lanzado al mundo una teoría científica de tan honda sugestión. Las peripecias teoréticas que ha sufrido la psicología, desde sus primeros esfuerzos para constituirse en centro de sí misma, son sobremanera curiosas, y ofrecen rasgos que se prestan a consideraciones de interés. Ha sido, durante cincuenta años, la niña terrible de la filosofía y su elemento perturbador más tenaz. En lugar de perspectivas claras, el psicologismo ha Introducido en la filosofía sombras y nieblas.

La Gestalttheorie ha tenido el más resonante de los éxitos, y yo la creo limpia de todos los errores de constitución que se advertían en la que ya podemos llamar antigua psicología. Sus creadores, Wertheimer, W. Köhler y Koffka, y un gran número de estudiosos discípulos suyos, tratan hoy de dar a la nueva teoría una estructuración perfecta y sistemática. Los vigías meritísimos de la «Revista de Occidente» tradujeron a su tiempo un libro de Koffka, Bases de la evolución psíquica, escrito en los años iniciales de la Gestalttheorie, y que es una prueba de las anchas y seguras posibilidades que ofrece para el porvenir científico.

La palabra Gestalt, impuesta por estos psicólogos en sus obras, ha sido una de las barreras más tenaces para la comprensión de la teoría. Así, en una reciente discusión de Köhler y Rignano, en la revista Scientia, la objección central de este último tenía su origen en que no comprendía con suficiente claridad ese término endiablado.

Bien es cierto que Rignano, tan admirable en su buena voluntad científica como mediocre en su labor creadora, no es psicólogo muy a propósito para comprender a los gestaltistas.

La teoría de la figura entraña una nueva manera de concebir la percepción. En este dominio existía desde Binet la tendencia más absurda. Los gestaltistas fundan la psicología no tanto en el estudio de la psique como en el estudio de los objetos que esa psique percibe. La presencia de unidades y grupos (Einhelten und Gruppen), por ellos denunciada, y la no aceptación de sensaciones elementales independientes, ha constituído su inicial punto de partida. En un campo visual, por ejemplo, los estados locales vendrían a depender de su posición, situación y del papel que jueguen en la unidad de la fiqura. La psicología es definida por Koffka como la ciencia que estudía «la conducta de los seres vivos en su contacto con el mundo ambiente». Este mundo ambiente, afirman los gestaltistas, no existe para el ser vivo como un número infinito de sensaciones elementales, sino que, por el contrario, está formado por grupos coherentes en sí mismos, previstos de indiscutible unidad, y que destacan una redondez magnífica del lugar donde se hallen. Esto quiere decir al hablar de Gestalten in engeren Sinne (figuras en sentido estricto).

Rignano cree que es inadmisible admitir es estos tiempos esa especie de «formar a priori», y en la discusión a que nos hemos referido calificó a los gestaltistas de kantianos tardíos. Y de recaer en el subjetivismo.

Como se ve, la psicología de las figuras es de base física y experimental. Está volcada a lo exterior y derrumba los métodos introspectivos que seguía el antiguo asocionismo. Cuando se contempla la gran arquitectura psicológica que se dispone a realizar la preciosa audacia de estos sabios, se es optimista en cuanto a los destinos de nuestro tiempo, objeto por la moda de tantas predicciones lúgubres.

La Gestalttheorie, en resumen, es una física especial, de amplio rodaje especulativo, y haciendo uso de que mis pocos años me autorizan a hacer una afirmación rotunda, sin que nadie tenga derecho a exigirme pruebas ni demostraciones, apunto aquí la idea de que todo este armazón psicológico va a constituir en plazo breve algo así como la fuente de problemas de la disciplina que hoy conocemos con el nombre de física matemática. Psicología trascendetal.

 

R. LEDESMA RAMOS

(Helix, Diciembre de 1929, p. 9 y 11)