Algunos buenos ángeles inocentes han creído una ligereza el hecho de que hayamos incluido como colaboradores en un prospecto -sin consultarles definitivamente- algunos nombres de nuestra charca literaria.
Nuestra Revista buscaba dos tipos de colaboraciones: y las ha encontrado las dos.
Uno es el de las plumas perfectamente respetables, claras, directas, que no podían hacer traición a nada. Que no podían sentirse comprometidos en el manejo de ideas. Porque las ideas, cuando son sinceras, son también valientes y acuden a todos los campos, aun a los no coincidentes. Aun a los enemigos.
Y otro es el de aquellas gentes que en vez de ideas tienen sólo gritos. Y sus gritos eran lo que buscábamos. Sabíamos de antemano su protesta y la hemos buscado. Sabíamos de antemano su colaboración en la propaganda de introducir -gracias a sus gritos inocentes- nuestra Revista en medios que, de otra manera, hubieran permanecido herméticos.
Esta colaboración era la única que de ellos pretendíamos. Nos la han dado. No nos queda, pues, más que darles las más expresivas gracias por su importante servicio. Ahí es poco el crear el ambiente de hostilidad, de expectación y de irritación, en el que sólo podrán vivir quienes no quieren vivir en una charca de barro, como las ranas.
(«La Conquista del Estado», n. 2, 21- Marzo - 1931)