Las J. O. N. S. denuncian esas dos plagas de la economía española. El paro de los obreros es forzoso. El paro de los capitales es voluntario. Pedimos su movilización obligatoria

El paro forzoso es evitable

Hay en España un manojo de problemas cuyas características son en absoluto diferentes de las que ofrecen los mismos problemas en otros países. Así la tremenda realidad social del paro. Coincidimos, en efecto, con los demás pueblos en tener grandes masas de parados, pero así como en esos otros puntos el paro es consecuencia rigurosa de crisis industriales, de sobreproducción y de descenso vertical del consumo, aquí en España las causas son muy otras.

Lo primero que se advierte examinando la realidad económica y social de España es que aquí no hay sólo y sin más un paro obrero numeroso. Hay también y en la misma o superior medida un paro de capitales, un estancamiento y paralización de grandes y poderosos medios financieros.

La economía española no es propiamente una economía gran capitalista. En eso y en la falsedad y carácter antinacional de la doctrina radica nuestra oposición rotunda al marxismo. Es pura vacuidad y pura retórica hablar al pueblo español laborioso, a los trabajadores, de explotación y de opresión. El problema del paro, como tantos otros, sirve también para demostrar la falsedad marxista. El equívoco y la frivolidad sobre que asientan los marxistas sus plataformas económicas y sociales.

No hay en puridad explotación ni opresión del pueblo que trabaja, pues lo que hay es precisamente que no trabaja, que se le tiene y retiene en situación aún más lamentable que la de ser explotado y oprimido. Se le tiene parado.

Nosotros hacemos frente al problema de los parados, señalando su más profundo origen y pidiendo con toda urgencia que se le aborde y resuelva. No es imposible conseguirlo. Ni difícil siquiera. Lo que quizá sea necesario es que desde el Poder se disciplinen y muevan los resortes coactivos contra las causas más directas del paro forzoso.

Y entre esas causas directas nosotros señalamos y destacamos la que consideramos más importante y primordial: el paro de capitales. El estancamiento voluntario de medios financieros por sus poseedores.

Pues la primera realidad con que se encuentra un observador de la situación económica y social de España es ésa. En muchísima mayor proporción que en parte alguna, aparecen los grandes capitales en España en pleno estancamiento, al margen de todo empleo industrial, al margen de cualesquiera tarea productiva, buscando como máximo riesgo los fondos públicos, el juego de dobles o las cuentas corrientes de los Bancos.

Hace bien pocos meses un joven aristócrata apareció acusado de estafar a una tía suya dos millones de pesetas que esa señora tenía con otros millones más en la cuenta corriente de un Banco. El ejemplo es sistemático y temible.

Y en tal situación, ya antigua desde luego en España, ocurrirá que los grandes Bancos constituyan soberbias catedrales en la calle de Alcalá, de Madrid, pero ocurrirá también que los trabajadores se convierten en parados, las industrias atraviesan crisis de consumo y la economía toda del país languidece y cae.

Parece, pues, urgente movilizar coactivamente los capitales españoles, ponerlos en trance de creación y de fecundidad social. Se estudian ahora remedios contra el paro. Se fijan cantidades fabulosas para obras públicas y edificios oficiales, pero nosotros decimos que todo eso es ineficaz y transitorio. Y además contraproducente para un Estado de poca base financiera y malísima coyuntura económica. Pues no se trata ni debe tratarse de pedir dinero a crédito a las grandes economías privadas. Pagarles millones y millones de cupón y recaer en la viciosa situación de origen. No. Más bien debe intentarse movilizar esos recursos, no como elementos de crédito al Estado, sino como utillaje directo en la economía nacional. O en otro caso, el gran impuesto y la expropiación misma de los grandes capitales parados.

Nadie podrá explicarse cómo a todas horas se aplica a la propiedad agraria eso de la función social de la propiedad, y cómo a la vez nadie se acuerda de esos poderosos medios financieros que permanecen en la ociosidad, proclamando la estulticia y la cobardía de sus poseedores y burlándose de la miseria general del pueblo.

En nombre de la grandeza nacional española, en nombre del derecho al trabajo, que está para nosotros al mismo nivel que los derechos más altos, pedimos que se relacione el problema del paro forzoso de los trabajadores con el problema del paro voluntario de los capitales.

No somos marxistas. No nos mueve, por tanto, agresividad alguna rencorosa contra los patrimonios ni las economías privadas de los españoles que las poseen. Pero presentamos sobre bases reales y justas la cuestión del paro. Unico medio de hacerle frente con eficacia. Y pedimos que se estrangule con rapidez ese problema.

Con voz sincera decimos a los supervivientes

Las J.O.N.S. se han esforzado desde el primer día en hablar con franqueza y sinceridad a todos. Nacieron, quizá, un poco a destiempo, un poco antes de lo que requerían los acontecimientos. Por eso hemos sido víctima de alguna vacilación, de alguna confusión, de alguna recaída retórica. Pero es evidente que nos hemos incorporado ahora al recto pulso de España, que hemos entrado en la etapa verdadera en que nuestra doctrina y nuestros gritos son los necesarios y los que pide la conciencia de todo el pueblo.

Después del derrumbamiento demoliberal, ya sin esperanzas; después del derrumbamiento marxista, ya desde abril de 1931, nosotros decimos a todos los supervivientes, a todos los que están libres de responsabilidad, a todos los que no agotaron ni el crédito popular ni su propia fe:

Hay que revisar las bases sobre las que habéis actuado. Hay que aprender la lección rotunda de los hechos. Hay que dar cara con valor y con fe a una rectificación de doctrina y a una rectificación de procedimientos. Nosotros, los jonsistas, nos sentimos pisando en terreno suficientemente firme para ofreceros una tienda de campaña. Vedla y examinadla de cerca. Ponedle vuestros reparos y entrad a verla desde dentro.

Nosotros decimos al grupo disidente de la C.N.T., a los treinta, al partido sindicalista que preside Angel Pestaña, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la lección de octubre, a Joaquín Maurín y a sus camaradas del bloque obrero y campesino:

Romped todas las amarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertad parlamentaria. Debéis saber que en el fondo ésas son las banderas de los privilegiados, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Pues toda esta gente es internacional porque su dinero y sus negocios lo son. Es liberal, porque la libertad les permite edificar feudalmente sus grandes poderes contra el Estado Nacional del pueblo. Es parlamentarista, porque la mecánica electoral es materia blanda para los grandes resortes electorales que ellos manejan: la prensa, la radio, los mítines y la propaganda cara.

Cantando, pues, las delicias del internacionalismo, de la democracia, de las libertades, fortalecéis en realidad los poderes de los privilegiados, debilitáis las posiciones verdaderas de todo el pueblo y entregáis a éste indefenso en manos de los grandes poderes capitalistas, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Frente a ese formidable peligro, nosotros os decimos nuestra consigna:

¡Hay que entrar en lo nacional! ¡Hay que luchar por España y por su salvación, único medio de luchar por la salvación de todo el pueblo!

Nosotros creemos esto con firmeza y esta creencia es en realidad lo que nos sostiene en pie. Queremos el concurso de todo el pueblo para que ponga sobre sus hombros la tarea de hacer de España una gran Patria libre y justa y así desalojaremos de esa tarea a la reacción, a los falsos patriotas de las grandes rentas y a todos los especuladores que hacen de España y de su servicio una trinchera para sus privilegios.

Ahí queda nuestra palabra, dirigida a todos los españoles, pero especialmente a los grupos antes aludidos y citados.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)