En algunos periódicos se ha intensificado estos días la campaña contra la mendicidad callejera. Nosotros no defenderemos nunca a la mendicidad profesional. Pero hacemos constar que es insignificante en relación con la espontánea, es decir, la que se hace no por vagancia, sino por verdadera y terrible necesidad. Mientras los españoles no tengamos garantizada «por lo menos» la subsistencia en su sentido más estricto (el comer), bien por un amplio plan de obras públicas que absorba a todos los trabajadores en paro forzoso, bien por un seguro de paro, ya por instituciones de socorro como comedores y refugios suficientes, no se podrá suprimir, en justicia, la mendicidad, porque será cerrar hasta la última salida al necesitado, al parado forzoso; será empujarle al suicidio o condenarle a una muerte terrible por hambre y por frío. Mientras esto pueda pasar, la mendicidad debe ser permitida, aunque la visión atosigante y continua de la miseria desazone a los selectos y altere a las histéricas.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)

En nuestro primer número expusimos el deseo de dar por terminado el tema de la ruptura con los dirigentes falangistas. No nos es posible. Y lo sentimos. Tenemos hoy que volver brevemente sobre el tema y denunciar a todos los camaradas el tipo ruin y miserable de pelea que nos ofrecen los tales elementos. Pretenden, al parecer, no dejarnos un día tranquilos, y desde luego acabar con LA PATRIA LIBRE y con las J.O.N.S. Claro que si no han tenido todavía éxito en nada, menos lo van a tener en su pugna con nosotros. De eso estamos seguros.

Pero no creemos ocioso decir públicamente a los camaradas jonsistas, y hasta los elementos sinceros y limpios de F.E... que Primo y su camarilla apelan a todo para perturbar nuestro camino nacional-sindicalista. Con su habilidad -nunca negada por nosotros- de rábula, nos han liado en varios procesos, demostrando una mala fe y una ruindad insuperables.

Y no hay día en que alguno de los dirigentes de las J.O.N.S. no sea provocado en la calle por alguno de los diez o doce rufianes asalariados de que dispone. Eso es suficiente para juzgarlo. No tiene ni el natural y obligado gesto de arreglar personalmente sus conflictos, que a él, y sólo a él, le afectan, puesto que con él, y sólo con él, han declarado públicamente su incompatibilidad política los jefes de las J.O.N.S.

Una vez más recomendamos a todos los camaradas que tengan calma frente a esas provocaciones. Que las afronten con serenidad y sólo las contesten cuando rebasen el límite de la dignidad humana.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)

Contra la reacción, porque impide que el concurso popular salve a la Patria. Contra el marxismo, porque es antinacional y traiciona los intereses verdaderos de todo el pueblo

¿Las derechas a la vista?

Nosotros sabemos bien cuáles son las posibilidades de toda política que tiene que ser caracterizada con apelación a las masas. La derecha, la izquierda y, entre una y otra, el centro. Todo eso es inane. Denominaciones con vistas al toma y daca parlamentario, al tira y afloja demoliberal, y que causan verdadero asco a las juventudes y a las gentes de nuestros días.

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Es evidente que nosotros, los jonsistas, somos «nacionales», es decir, estamos dentro de una línea de servicio a la gran Patria española, y que somos «sociales», es decir, estamos dentro de una línea de servicio a los intereses de todo el pueblo. Es, por tanto, amplísimo nuestro radio y estamos desde luego en la mejor de las cuestas para divisar cuanto haya de sincero, positivo y eficaz en las zonas políticas que nos rodean.

Los acontecimientos que se suceden en España van a hacer posible, quizá muy en breve, que pase el Poder a las derechas. Pues sus antagonistas, las izquierdas, están en absoluto, y muy merecidamente, desplazadas de la realidad política.

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A primera vista pudiera parecer que las derechas, por su apelación constante a la exaltación patriótica y a la idea nacional, tenían o tienen con nosotros una ancha franja de coincidencia: las que proporciona un mismo fervor por los destinos nacionales. Y también a primera vista podía parecer que las izquierdas, por su constante apelación a la reivindicación social de las grandes masas, se encontraban asimismo con nosotros en una zona de justicia y de defensa de los intereses de todo el pueblo.

Pero hemos vivido recientemente una etapa de gobierno de izquierdas, e incluso bajo su signo fueron elaboradas las instituciones todas que hoy rigen. En ese período hemos comprobado nosotros, y con nosotros las anchas zonas populares que trabajan y sufren, que el predominio izquierdista no equivale a preocupación honda, sincera y eficaz por las angustias sociales de todo el pueblo.

Ahora apunta la posibilidad de una etapa, de un período, en el que las derechas van quizá a tomar las riendas del mando. Sospechamos que así como las izquierdas no fueron una garantía para las reivindicaciones populares más justas, ahora las derechas no lo sean tampoco para las reivindicaciones «nacionales» urgentísimas que hoy asoman su rostro en el panorama de la Patria.

Y es que dentro de poco las derechas, como antes las izquierdas, llegarán al Gobierno por votación normal de las desesperanzas populares. Como simples sustitutos, como gentes cuyo mérito más firme es haber señalado la decrepitud y degeneración de los otros.

Siempre «lo nacional» es base más segura que las cómodas y fáciles demagogias de los agitadores de izquierda. Teniendo eso en cuenta, cabe esperar de una etapa de las derechas algo si no muy eficaz y positivo, si por lo menos un poco más aceptable que el espectáculo voraz y depresivo de las izquierdas.

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Repetimos que todo el pueblo se ha convencido de la pura ficción y del puro engaño que eran las preocupaciones sociales de las izquierdas. Y ahora, a la vista de la formación patriótica deficientísima de ciertas zonas de las derechas, por ejemplo, la C.E.D.A., no es para estar muy seguro de que lo «nacional» alcance rango primerísimo en la posible etapa derechista.

Los jonsistas estaremos alerta. Vigilantes desde nuestra posición nacionalsindicalista, que nos obliga a no tolerar que se edifique por las derechas una situación «nacional» sin acordarse del pueblo, ni tampoco, como ya ocurrió, que el desenfreno de las izquierdas instale un tinglado social a extramuros del servicio a la Patria, que es y debe ser para nosotros el servicio más alto.

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La defensa de la Patria y la defensa del pueblo son para nosotros inseparables. No hay fortaleza de nuestra Patria española si no hay a la vez sangre robusta en las venas de todo el pueblo. Y viceversa.

Somos los jonsistas la integración más justa, de esas dos formidables banderas. Es nuestra razón de ser, la primera y fundamental, y a base de ella no caben concesiones. Vamos a desenmascarar a las llamadas izquierdas, y al frente de ellas al marxismo, y vamos también a arrebatar de manos de las derechas la bandera nacional, reivindicando para todo el pueblo el derecho a que sean sus hombros robustísimos quienes sostengan el vivir de nuestra gran Patria española. Y sólo ante la irreparable y la permanente dejación de ese deber por parte de las más anchas capas populares cabría abandonar el campo.

Pero en esa posibilidad triste no puede creer nunca un jonsista. Las J.O.N.S. tienen fe en el pueblo español, creen en su capacidad de salvarse y creen en su vigor, en su patriotismo hondo y en su heroísmo. Si no creyeran todo eso los jonsistas, las J.O.N.S. no existirían. Morirían la muerte misma de la Patria.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)

Nos produce verdadera emoción percibir cómo los grupos jonsistas más antiguos se reorganizan rápida y vigorosamente al calor de nuestra presencia. Es como un reencuentro, como un recobro de la fe y del entusiasmo de los primeros días.

Hoy destacamos aquí los trabajos que en los últimos quince días han realizado los jonsistas de Barcelona para poner de nuevo en pie la organización modelo que antes tenían. A raíz de la tristísima confusión con F.E., esos y otros camaradas se apartaron de las tareas activas del movimiento. Hoy vuelven a ellas y nos escriben dando noticia rápida de los resultados que van logrando. Se distinguen en la reorganización los mismos que en su día fueron los fundadores jonsistas. Los camaradas Cebriano, Poblador, Berenguer, Maluquer, Vegas y varios más igualmente entusiastas y activos.

Quizá fue en Cataluña donde de modo más palpable y notorio se advirtió con más prontitud el radical fracaso del falangismo. En año y medio de actuación, y a pesar de que los varios grupos orientados más o menos al nacional-sindicalismo le abrieron paso, no consiguió la victoria más mínima. No pasó de la categoría de «peña», de tertulia, y su propaganda en influjo en la vida política de Cataluña fue nula en absoluto.

Bien provistos de esa y de otras experiencias están hoy sin duda los camaradas que inician la reorganización jonsista en Barcelona. El momento es allí magnífico. Los catalanes de limpia estirpe española y todos los españoles no catalanes allí residentes esperan de seguro que surja una bandera amplia y justa donde enrolarse con entusiasmo. Esa bandera no puede ser otra que la de las yugadas flechas nacional-sindicalistas, la nuestra, bandera nacional y bandera social. Bandera de la Patria y del pueblo.

Las J.O.N.S. dedicarán la máxima atención a Cataluña y a su organización en ella. Es un deber. Mientras más difícil, más obligado. Y que cumpliremos como españoles en esta hora propicia que nos sale al paso.

Para ello no hay sino proseguir las tareas iniciadas allí por los camaradas ya citados. La unidad de España -nuestro primer signo- ha de ser unidad nacional y unidad social. Y sólo nosotros conjugaremos con éxito ambos designios.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)

Las J. O. N. S. denuncian esas dos plagas de la economía española. El paro de los obreros es forzoso. El paro de los capitales es voluntario. Pedimos su movilización obligatoria

El paro forzoso es evitable

Hay en España un manojo de problemas cuyas características son en absoluto diferentes de las que ofrecen los mismos problemas en otros países. Así la tremenda realidad social del paro. Coincidimos, en efecto, con los demás pueblos en tener grandes masas de parados, pero así como en esos otros puntos el paro es consecuencia rigurosa de crisis industriales, de sobreproducción y de descenso vertical del consumo, aquí en España las causas son muy otras.

Lo primero que se advierte examinando la realidad económica y social de España es que aquí no hay sólo y sin más un paro obrero numeroso. Hay también y en la misma o superior medida un paro de capitales, un estancamiento y paralización de grandes y poderosos medios financieros.

La economía española no es propiamente una economía gran capitalista. En eso y en la falsedad y carácter antinacional de la doctrina radica nuestra oposición rotunda al marxismo. Es pura vacuidad y pura retórica hablar al pueblo español laborioso, a los trabajadores, de explotación y de opresión. El problema del paro, como tantos otros, sirve también para demostrar la falsedad marxista. El equívoco y la frivolidad sobre que asientan los marxistas sus plataformas económicas y sociales.

No hay en puridad explotación ni opresión del pueblo que trabaja, pues lo que hay es precisamente que no trabaja, que se le tiene y retiene en situación aún más lamentable que la de ser explotado y oprimido. Se le tiene parado.

Nosotros hacemos frente al problema de los parados, señalando su más profundo origen y pidiendo con toda urgencia que se le aborde y resuelva. No es imposible conseguirlo. Ni difícil siquiera. Lo que quizá sea necesario es que desde el Poder se disciplinen y muevan los resortes coactivos contra las causas más directas del paro forzoso.

Y entre esas causas directas nosotros señalamos y destacamos la que consideramos más importante y primordial: el paro de capitales. El estancamiento voluntario de medios financieros por sus poseedores.

Pues la primera realidad con que se encuentra un observador de la situación económica y social de España es ésa. En muchísima mayor proporción que en parte alguna, aparecen los grandes capitales en España en pleno estancamiento, al margen de todo empleo industrial, al margen de cualesquiera tarea productiva, buscando como máximo riesgo los fondos públicos, el juego de dobles o las cuentas corrientes de los Bancos.

Hace bien pocos meses un joven aristócrata apareció acusado de estafar a una tía suya dos millones de pesetas que esa señora tenía con otros millones más en la cuenta corriente de un Banco. El ejemplo es sistemático y temible.

Y en tal situación, ya antigua desde luego en España, ocurrirá que los grandes Bancos constituyan soberbias catedrales en la calle de Alcalá, de Madrid, pero ocurrirá también que los trabajadores se convierten en parados, las industrias atraviesan crisis de consumo y la economía toda del país languidece y cae.

Parece, pues, urgente movilizar coactivamente los capitales españoles, ponerlos en trance de creación y de fecundidad social. Se estudian ahora remedios contra el paro. Se fijan cantidades fabulosas para obras públicas y edificios oficiales, pero nosotros decimos que todo eso es ineficaz y transitorio. Y además contraproducente para un Estado de poca base financiera y malísima coyuntura económica. Pues no se trata ni debe tratarse de pedir dinero a crédito a las grandes economías privadas. Pagarles millones y millones de cupón y recaer en la viciosa situación de origen. No. Más bien debe intentarse movilizar esos recursos, no como elementos de crédito al Estado, sino como utillaje directo en la economía nacional. O en otro caso, el gran impuesto y la expropiación misma de los grandes capitales parados.

Nadie podrá explicarse cómo a todas horas se aplica a la propiedad agraria eso de la función social de la propiedad, y cómo a la vez nadie se acuerda de esos poderosos medios financieros que permanecen en la ociosidad, proclamando la estulticia y la cobardía de sus poseedores y burlándose de la miseria general del pueblo.

En nombre de la grandeza nacional española, en nombre del derecho al trabajo, que está para nosotros al mismo nivel que los derechos más altos, pedimos que se relacione el problema del paro forzoso de los trabajadores con el problema del paro voluntario de los capitales.

No somos marxistas. No nos mueve, por tanto, agresividad alguna rencorosa contra los patrimonios ni las economías privadas de los españoles que las poseen. Pero presentamos sobre bases reales y justas la cuestión del paro. Unico medio de hacerle frente con eficacia. Y pedimos que se estrangule con rapidez ese problema.

Con voz sincera decimos a los supervivientes

Las J.O.N.S. se han esforzado desde el primer día en hablar con franqueza y sinceridad a todos. Nacieron, quizá, un poco a destiempo, un poco antes de lo que requerían los acontecimientos. Por eso hemos sido víctima de alguna vacilación, de alguna confusión, de alguna recaída retórica. Pero es evidente que nos hemos incorporado ahora al recto pulso de España, que hemos entrado en la etapa verdadera en que nuestra doctrina y nuestros gritos son los necesarios y los que pide la conciencia de todo el pueblo.

Después del derrumbamiento demoliberal, ya sin esperanzas; después del derrumbamiento marxista, ya desde abril de 1931, nosotros decimos a todos los supervivientes, a todos los que están libres de responsabilidad, a todos los que no agotaron ni el crédito popular ni su propia fe:

Hay que revisar las bases sobre las que habéis actuado. Hay que aprender la lección rotunda de los hechos. Hay que dar cara con valor y con fe a una rectificación de doctrina y a una rectificación de procedimientos. Nosotros, los jonsistas, nos sentimos pisando en terreno suficientemente firme para ofreceros una tienda de campaña. Vedla y examinadla de cerca. Ponedle vuestros reparos y entrad a verla desde dentro.

Nosotros decimos al grupo disidente de la C.N.T., a los treinta, al partido sindicalista que preside Angel Pestaña, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la lección de octubre, a Joaquín Maurín y a sus camaradas del bloque obrero y campesino:

Romped todas las amarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertad parlamentaria. Debéis saber que en el fondo ésas son las banderas de los privilegiados, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Pues toda esta gente es internacional porque su dinero y sus negocios lo son. Es liberal, porque la libertad les permite edificar feudalmente sus grandes poderes contra el Estado Nacional del pueblo. Es parlamentarista, porque la mecánica electoral es materia blanda para los grandes resortes electorales que ellos manejan: la prensa, la radio, los mítines y la propaganda cara.

Cantando, pues, las delicias del internacionalismo, de la democracia, de las libertades, fortalecéis en realidad los poderes de los privilegiados, debilitáis las posiciones verdaderas de todo el pueblo y entregáis a éste indefenso en manos de los grandes poderes capitalistas, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Frente a ese formidable peligro, nosotros os decimos nuestra consigna:

¡Hay que entrar en lo nacional! ¡Hay que luchar por España y por su salvación, único medio de luchar por la salvación de todo el pueblo!

Nosotros creemos esto con firmeza y esta creencia es en realidad lo que nos sostiene en pie. Queremos el concurso de todo el pueblo para que ponga sobre sus hombros la tarea de hacer de España una gran Patria libre y justa y así desalojaremos de esa tarea a la reacción, a los falsos patriotas de las grandes rentas y a todos los especuladores que hacen de España y de su servicio una trinchera para sus privilegios.

Ahí queda nuestra palabra, dirigida a todos los españoles, pero especialmente a los grupos antes aludidos y citados.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)