Pensar que algunos creen que los partidos políticos son algo necesario, útil y arraigado en el pueblo, nos parece cosa imposible.
Pocas cosas habrá tan desacreditadas ante el pueblo como los partidos políticos. Las gentes, conscientes de sus deberes ciudadanos, suelen votar en masa... y, sin embargo, la mayoría está sin encuadrar en las filas de los partidos. Es más, se da el espectáculo diario de ver a la mayoría del pueblo asistir como espectador a las maniobras de los partidos políticos y sus jefes con la indiferencia o curiosidad del que es ajeno completamente a la farsa.
Ahora no deja de llamarnos la atención cómo en período preelectoral los partidos que habíanse combatido con fiereza y saña se cortejan, se sonríen, disculpan y buscan afanosamente puntos de coincidencia poniendo abundante vaselina en sus relaciones. Muy bien. Unión de derechas y unión de izquierdas. ¿Qué es lo que se pretende? En definitiva, disfrazar los partidos, envolverlos bien, para que el pueblo no sienta las náuseas de tener que votar a un partido en su desnudez. Para que el pueblo al votar se haga ilusiones de que no vota a partidos de los que ya está harto.
Y los partidos, todos juntitos, formando una bola pasan por la prueba electoral. Y una vez seguros tantos o cuantos diputados... inmediatamente a dividirse, vuelta a la vida partidista... ¡Es tan delicioso discutir, tener ministros, producir crisis! ¡Ah! y en seguida a aclamar: «Los partidos políticos son necesarios porque el pueblo los exige y porque sin ellos no puede vivir.»
(«La Patria Libre», n. 4, 9 - Marzo - 1935)