Primo de Rivera, único culpable de la desunión jonsista, es la dificultad. Quienes contribuyan a sostenerlo son notorios enemigos de la unidad y sirven los intereses de la masonería y del marxismo, a los que favorece la existencia de unas J.O.N.S. fraccionadas, divididas y resquebrajadas.

La cuña que intenta dividir y resquebrajar las J.O.N.S. es Primo de Rivera, que sabiéndose fracasado, incapaz y sin condiciones, se afana por vanidad en sostener una jefatura imposible.

Hay que afrontar el problema de cara, sin perder detalle. Primo, con malas artes, con insidias, con falsedades calumniosas, ha conseguido retener en sus filas a algunos jonsistas. A ellos nos dirigimos. Y también a los que viendo el espectáculo lo interpretan de un modo erróneo.

Primo ha logrado eso de dos maneras. Una, la que hemos dicho: lanzando cieno sobre los dirigentes de las J.O.N.S., acusándolos cínicamente de todas las lacras que sin duda él conoce bien por padecerlas. Otra, especulando con la bandera de la unidad. Es decir, pretendiendo que él es quien representa la eficacia de un movimiento compacto y unido.

Nosotros sentimos la necesidad de salir al paso de esas dos ilícitas posiciones primorriveristas. Sobre la primera ya hemos dicho en números anteriores lo que podemos decir: que nos produce asco, ASCO, tener que desmentir esas patrañas. Los ataques que los dirigentes falangistas han lanzado a los de las J.O.N.S. son propios, dijimos y repetimos, de seres rufianescos, de seres residuales, que viven a extramuros de toda solvencia moral y de todo propósito limpio.

Hoy vamos a abordar aquí la segunda trinchera, esa por la que Primo se dice y cree campeón de la unidad del movimiento. Nada más erróneo y falso.

Primo de Rivera es el único culpable de la ruptura, de la desunión de las J.O.N.S. El representa el obstáculo, la dificultad, puesto que él es quien por móviles exclusivamente personales, por vanidad femenina, por amor propio absurdo, no abandona un puesto para el que se sabe sin capacidad ni condiciones.

La unidad la representamos nosotros. La unidad jonsista, claro, que es la única que nos interesa. El falangismo no existe, y si existe nos importa poco. Primo, fundador del falangismo, lo ha liquidado porque sabe que es una vía falsa, un camino ineficaz y mostrenco. Pero se olvidó de liquidarse a sí mismo, de marcharse también a casa, de desaparecer de la escena política, como es evidente han ido desapareciendo uno a uno los falangistas.

Pero no debe ignorarse la verdad: Primo vive de las migajas jonsistas. Vive políticamente de los núcleos Jonsistas más invaliosos o más tímidos, que no nos siguieron a nosotros desde el primer día de la ruptura.

Ya no es problema la ruptura o no con Falange Española. De F.E. no queda más que Primo de Rivera, y, si acaso, unos pocos fieles. Lo demás que hay aún con él es jonsismo, los camaradas nuestros más lentos o más tímidos que todavía no lo han abandonado por inercia, pero que naturalmente ven con emoción y con esperanza la aurora jonsista que nosotros representamos.

Primo es, repetimos, el culpable de la desunión de las J.O.N.S. Sabedlo, camaradas. En cuanto no quede un solo jonsista con Primo de Rivera, la unidad de las J.O.N.S. es un hecho, y el robustecimiento de nuestro Partido enorme, porque nos consta que hay extensos sectores populares que esperan el momento en que la denominación jonsista aparezca absolutamente desvinculada de Primo para sumarse a las J.O.N.S.

¡Hay que dejar a Primo reducido a sus efectivos de Falange Española! ¡Ni un solo jonsista con él, alimentando la desunión y resquebrajando nuestro frente! ¡Que los únicos jonsistas que queden con Primo sean los que lo sean sólo de nombre y los que tengan en su pecho encerrada la traición!

Se atreve aún Primo a negar la escisión de las J.O.N.S. Proclama que la unidad de las J.O.N.S. con Falange Española es irrevocable. Y ha tenido el cinismo de decirlo el 3 de marzo último en Valladolid, desde el escenario del teatro Calderón. Negaba la realidad de nosotros, de las J.O.N.S., que han pisoteado su jefatura. ¿Pero no recordaba que en aquel mismo teatro, justamente un año antes, el 4 de marzo de 1934, se había celebrado un mitin en el que hablaron cinco oradores, y de los cinco, TRES -Ramiro Ledesma, Gutierrez Palma y Bedoya- están abiertamente en las J.O.N.S., contra él, y UNO -Onésimo Redondo- lo está también en espíritu, según comprobará quien le hable de cerca? ¿No verá eso Primo al hablar y decir que no había escisión? ¿Y no lo veían, asimismo, todos los que oían sus palabras?

Primo no es la unidad. Primo representa la debilidad, la división. Por lo tanto, quien desee y apetezca la debilidad y la división jonsista que siga con Primo, que lo sostenga y ayude.

Fíjense todos en que sólo hablamos y nos referimos a la unidad jonsista. El falangismo se lo dejamos voluntariamente entero a Primo de Rivera. Para que, nuevo Albiñana, siga creyéndose también salvador en potencia de todas las Españas.

(«La Patria Libre», n. 6, 23 - Marzo - 1935)