Ofrecimos en nuestro número último una información detallada acerca de la situación actual de la sección de Valladolid. Lo estratégico de esta ciudad, en medio de Castilla y de cara a todo el norte de España, confiere a cuanto en ella ocurra un especial relieve, y por eso traemos y destacamos aquí sus peripecias. En Valladolid se celebró asimismo el único mitin de masas convocado por la bandera de las flechas yugadas, y fue también un grupo de esa ciudad quien se adhirió de los primeros al frente jonsista fundado por Ledesma Ramos.

Y, ahora, hagamos un poco de historia. Es sabido que las J.O.N.S. surgieron a consecuencia de las campañas nacional-sindicalistas de LA CONQUISTA DEL ESTADO, publicación aparecida en 1931 y muerta a mano airada por las persecuciones policiacas a que la sometió Galarza. El grupo redactor de LA CONQUISTA DEL ESTADO fundó entonces las J.O.N.S., al objeto de no diseminarse y proseguir con eficacia sus tareas. Eligieron como emblema y símbolo del movimiento las flechas y el yugo, entonces ignorados por las gentes -recordamos curiosamente que en carta oficial al Partido comunicó O. Redondo Ortega la extrañeza que mostraban en Valladolid ante tal emblema, a pesar de ser esta ciudad la que lo posee con profusión en muchos de sus muros históricos-, y se dispusieron con entusiasmo a la propaganda.

Por los días mismos de LA CONQUISTA DEL ESTADO comenzó a publicarse en Valladolid un semanario, Libertad, que aunque situado francamente entonces en una zona ultraderechista, destacaba en sus páginas una inquietud nacional nueva, un tanto distinta de la que suele percibirse en esos medios. Saludaron, además, con simpatía nuestra presencia, la de LA CONQUISTA DEL ESTADO, y desde entonces se iniciaron las relaciones políticas que luego un poco más tarde, en las J.O.N.S., adquirieron el rango de camaradería bien conocido de todos.

El grupo de Valladolid, que entró en relación con los fundadores jonsistas, estaba dirigido por Onésimo Redondo. Este camarada ha sido realmente quien dio a la sección de Valladolid todo su carácter, y quien logró hacer pronto de ella un núcleo de entusiasmo y actividad. Pero esa primera etapa jonsista de Valladolid está llena de desviaciones con relación al sentido verdadero de las J.O.N.S., desviaciones obligadas, si se tiene en cuenta que Onésimo tuvo por primeros colaboradores a muchachos todos ellos «luises», y él mismo estaba formado en la escuela de Ángel Herrera, y en la política sana y razonable que éste y El Debate representan. No hay más que ver el tono y el espíritu propio de las J.O.N.S. para darse cuenta que si con algo son éstas incompatibles, es tanto casi como con el marxismo y los sectores francamente antinacionales, con ese existir antiheroico, ese burocratismo algodonoso y esa indiferencia ante la angustia española que constituyen los ingredientes de toda la edificación Herrera-Gil Robles-Debate.

Onésimo luchó, repetimos, con esas limitaciones y a esas y a otras sobrepuso quizá su temperamento y su absoluta sinceridad. Pues Onésimo Redondo, y aquí radica su cualidad mejor, tiene una purísima emoción española y siente como nadie la más honda preocupación y la más profunda angustia por los afanes de todo el pueblo. Se hizo cada día más partidario de la estridencia fecunda de la política caliente y del nacional-sindicalismo. Quizá esto no se percibía con la claridad debida, y de ahí el hecho cierto de que a veces los sectores jonsistas más ortodoxos miraban con algún recelo las tareas de Valladolid. Pero, en fin, no es el propósito de esta información seguir las peripecias de orden ideológico, sino más bien los episodios que aclaren la situación de hoy con relación a la ruptura actual del movimiento.

Recuerdan seguramente todos los jonsistas el desarrollo de las J.O.N.S. en los primeros dos años, cuando hicieron que penetrase en las Universidades españolas la emoción nacional de sus juventudes, y cuando tuvieron las primeras peleas con los marxistas. Asimismo la publicación firme durante todo un año de la revista mensual, el florecimiento de semanarios juveniles jonsistas por toda España. Y, claro, también las persecuciones. El Gobierno Azaña encarceló cinco veces a Ledesma. Etcétera, etc. Debido asimismo a esta persecución, Valladolid quedó un poco retrasado porque Onésimo, que no se olvide, era el alma y vida de la sección, vivió emigrado un año en Portugal, y todavía los dos camaradas más valiosos, los que luego han demostrado más vigor jonsista y más talento -Gutiérrez Palma, magnífico agitador obrero, y Javier M. de Bedoya, propagandista formidable, de pluma tensa y eficacísima- no habían alcanzado en aquella fecha la granazón que hoy tienen.

Transcurren los meses finales del año 1933, ya Onésimo, de nuevo al frente de la sección de Valladolid, y reapareciendo con ese motivo el semanario Libertad. Es en esas fechas cuando surge Falange Española, con Primo de Rivera y Ruiz de Alda como dirigentes, el hecho más perjudicial para el triunfo nacionalsindicalista que pudo darse en España. Somos muchos y cada día más los que hoy ven esto claro. Pero prosigamos la línea narrativa.

Al aparecer Falange Española, las J.O.N.S. se encontraron con el siguiente fenómeno: decreció entre los españoles la expectación en torno a ellas, para fijarse en el perfil y en las características de esa agrupación nueva. Ello, unido a la presencia del hijo de Primo de Rivera que proporcionó a F.E. la difusión en poquísimas semanas. Bien conocido es el papanatismo de nosotros los españoles. Ahora bien, decreció la expectación ante las J.O.N.S., pero no decidió ni vaciló lo más mínimo la cohesión de los jonsistas. Esto debe destacarse.

Esa atmósfera, ese hecho que se percibía en torno a las J.O.N.S., y que, desde luego, iba a ser fugacísimo y transitorio, fue lo que puso a los jonsistas en el trance de su tristísima confusión con F.E. y con Primo de Rivera. Fue éste un error de tal magnitud que muchas veces le hemos oído al camarada Ramiro Ledesma sus dudas sobre si después de cometida una equivocación táctica de esa naturaleza no debía recaer sobre los culpables la sanción íntima de considerarse ya sin moral para la acción jonsista. Claro que este camarada y todos los jonsistas nos hemos sobrepuesto al derrotismo de esas dudas y hoy lucha y luchamos por retorcer el pescuezo a las consecuencias lamentables de la confusión triste.

En una reunión de jonsistas caracterizados, convocada en Madrid por Ramiro Ledesma y a la que acudieron Redondo y Bedoya como representantes de Valladolid, se acordó la unificación táctica de esfuerzos con F.E. Esos dos camaradas, como Ledesma y como todos, mostraron la violencia que ello significaba para el jonsismo y que si se disponían a favorecer tal acuerdo lo era sólo en la creencia de que quizá nos iba a ser posible aprovechar la expectación pública ante F.E. para destacar más ante el pueblo la posición jonsista. Todos, y los de Valladolid los primeros, coincidíamos en ir con repugnancia a la prueba, porque temíamos que la ventaja de lanzar con más prisa el jonsismo uniéndolo a Falange iba a ser contrapesada lamentablemente con la presencia real de Primo de Rivera bajo las flechas yugadas de las J.O.N.S. Y es que Primo, el «hijo» de Primo de Rivera, tenía, claro es, popularidad, pero pronto nos dimos cuenta de que era una popularidad negativa, esto es, que era impopularidad.

De Valladolid era de donde llegaban con más apremio las lamentaciones. Todo eran allí críticas sobre la actuación efectivamente deplorable que Primo desarrollaba en el Parlamento y fuera de él. Todo eran quejas y gestos de repulsa hacia el falangismo primorriverista. En el periódico Libertad, en las cartas, en las conversaciones con nosotros, en todas partes, los camaradas de Valladolid, con Onésimo al frente, se reían del pobre caudillejo fracasado y consideraban el daño inmenso que nos proporcionaba mantenerlo a la cabeza del Partido.

Se llegó a más en Valladolid. Primo envió un artículo al semanario Libertad que se echó al cesto de los papeles, considerándolo impublicable. Era ya Primo el jefe, el caudillo, y se encontró sin fuerzas para castigar esa tremenda tomadura de pelo, incorrección o como quiera llamarse. A tal extremo estaban las cosas en Valladolid y en tal situación de desahuciado se encontraba Primo.

Así llegamos a mediados de enero de este año. Primo llevaba cuatro meses al frente del movimiento de un modo absoluto. Su jefatura era catastrófica. A pesar de la coyuntura magnífica de los meses posteriores a octubre, el movimiento decrecía y se hundía sin remedio.

Viene entonces Onésimo a Madrid y asistió a una Junta del Partido, en la que Primo puso de manifiesto aún más que otras veces su radical incompetencia y su carencia absoluta de consignas. Después de esa reunión celebraron los jonsistas -Ledesma, Redondo y Sotomayor- una entrevista en el café Fuyma, en la que examinaron la situación crítica del Partido y consideraron la necesidad de salvar del naufragio la bandera jonsista, rompiendo con Primo de Rivera y haciéndolo así público a los pocos días.

¿Qué pasó, sin embargo, en Valladolid a raíz de la ruptura? Esta es la pregunta y, precisamente, el objeto de este trabajo es darle contestación cumplida. La dejamos para el próximo número de LA PATRIA LIBRE, porque es aún mucho lo que tenemos que decir y hoy va ya esto un poco largo.

(«La Patria Libre», n. 6, 23 - Marzo - 1935)