Nos produce verdadera emoción percibir cómo los grupos jonsistas más antiguos se reorganizan rápida y vigorosamente al calor de nuestra presencia. Es como un reencuentro, como un recobro de la fe y del entusiasmo de los primeros días.

Hoy destacamos aquí los trabajos que en los últimos quince días han realizado los jonsistas de Barcelona para poner de nuevo en pie la organización modelo que antes tenían. A raíz de la tristísima confusión con F.E., esos y otros camaradas se apartaron de las tareas activas del movimiento. Hoy vuelven a ellas y nos escriben dando noticia rápida de los resultados que van logrando. Se distinguen en la reorganización los mismos que en su día fueron los fundadores jonsistas. Los camaradas Cebriano, Poblador, Berenguer, Maluquer, Vegas y varios más igualmente entusiastas y activos.

Quizá fue en Cataluña donde de modo más palpable y notorio se advirtió con más prontitud el radical fracaso del falangismo. En año y medio de actuación, y a pesar de que los varios grupos orientados más o menos al nacional-sindicalismo le abrieron paso, no consiguió la victoria más mínima. No pasó de la categoría de «peña», de tertulia, y su propaganda en influjo en la vida política de Cataluña fue nula en absoluto.

Bien provistos de esa y de otras experiencias están hoy sin duda los camaradas que inician la reorganización jonsista en Barcelona. El momento es allí magnífico. Los catalanes de limpia estirpe española y todos los españoles no catalanes allí residentes esperan de seguro que surja una bandera amplia y justa donde enrolarse con entusiasmo. Esa bandera no puede ser otra que la de las yugadas flechas nacional-sindicalistas, la nuestra, bandera nacional y bandera social. Bandera de la Patria y del pueblo.

Las J.O.N.S. dedicarán la máxima atención a Cataluña y a su organización en ella. Es un deber. Mientras más difícil, más obligado. Y que cumpliremos como españoles en esta hora propicia que nos sale al paso.

Para ello no hay sino proseguir las tareas iniciadas allí por los camaradas ya citados. La unidad de España -nuestro primer signo- ha de ser unidad nacional y unidad social. Y sólo nosotros conjugaremos con éxito ambos designios.

(«La Patria Libre», n. 3, 2 - Marzo - 1935)