Siempre las J.O.N.S. han visto con recelo que se las incluyese y confundiese con esas organizaciones de aficionados que brotaron en el mundo a raíz del triunfo fascista en Italia y de la victoria nazi en Alemania.

Hay ya en varios países eso que podemos denominar exactamente fascismos de exportación. Es decir, grupos sin dimensión profunda, artificiosos, que importan el fenómeno fascista como quien importa un género de moda cualesquiera. A nadie se le ocurrirá adscribir a esos movimientos ninguna clase de reivindicación nacional profunda ni encomendarle tareas que no sean las de un puro mimetismo grotesco.

No tiene en realidad nada que ver con el hecho que pretenden imitar. Quedan localizados sus afanes a una pequeña vanidad del caudillejo de turno y a un poco de pintoresca exhibición en los paíises donde surgen. Nada más. Y así realmente tenía que suceder. Bien decía Mussolini que el fascismo no es materia exportable; aunque luego haya silenciado su juicio porque convienen mucho a Italia esos grupos internacionales de adoradores.

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Quede bien claro que las J.O.N.S. no esperan nada de esos juegos, y que se declaran en absoluto ajenas a propósitos de esa índole. Quizá el período triste de su confusión con Falange Española -cuyas consecuencias padeceremos todavía algún tiempo- nos han hecho comprender mejor que otros esa inanidad radical de los fascismos de imitación.

Pero no es sólo la experiencia de aquí. Hay también la de otros países, la de Inglaterra, por ejemplo. Allí está Mosley con sus camisas, su partido fascista y sus sueños mussolinescos, como aquí Primo, con otro equipo de igual naturaleza.

Si examinamos con alguna atención las características de estos fascismos imitativos, veremos que coinciden en sus rasgos fundamentales.

l.° Tienen un caudillo, un Duce, aristócrata, millonario, que gasta sus cuartos en organizar el partido. Así, Mosley, el inglés, que es sir, multimillonario y extravagante. Así Primo, el español, que es marqués de Estella, millonario y extrafino. Así Starhemberg, el austriaco, que es príncipe, millonario y todo lo demás.

2.° Todos ellos son movimientos blandos, pastosos, algodonosos, de buenas formas, aspirantes a implantar un llamado Estado corporativo, es decir, carecen en absoluto de la dimensión combativa, del tono y el heroísmo de los fascismos cuya imitación buscan.

3.° Se caracterizan también por su tendencia notoria a desconocer toda angustia popular, pues se incuban en medios sociales de privilegio, y están ligados a todas las formas reaccionarias de la sociedad. Se construyen, por tanto, para ahogar toda clase de conquistas populares, y circunscriben sus afanes a edificar una jerarquía de castas.

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Naturalmente, las J.O.N.S. tienen que ver en todas esas experiencias algo que le es totalmente extraño, incluso enemigo. El nacional-sindicalismo jonsista es todo lo contrario de eso. Es un movimiento surgido tras la angustia española, que busca el calor popular, que esgrime la bandera nacional de España sin necesidad alguna de apelaciones a otras patrias de otros, que es en resumen sincero y auténtico, imprescindible y necesario.

(«La Patria Libre», n. 4, 9 - Marzo - 1935)