Aunque parezca mentira, aunque resulte increíble, la revista marxista Leviatán, que dirige Araquistain, se sigue publicando sin interrupción, y no ha conocido trastorno editorial, a pesar de la revolución de octubre.
Pues bien, en su número de febrero, recién aparecido, se publican unos editoriales a propósito de Roberto Levillier y de sus conferencias, sobre la colonización de España en América, que producen una indignación irresistible en cualquier español de medianísima sensibilidad nacional.
Sólo un cerdo marxista puede escribir contra la obra de los conquistadores y colonizadores españoles de la forma que lo hace el editorialista de Leviatán. Sólo un traidor y un intelectual, repugnantemente envenenado de odio contra su propia Patria, puede emitir los juicios que allí se hacen, y con palabras españolas, en lenguaje español, redactar esa sarta de insidias sobre lo mejor y más invulnerable de nuestra Historia nacional.
Escribe el repulsivo editorialista que es justa y verdadera la leyenda negra que forjaron contra España las aviesas plumas de los enemigos, al fin y al cabo extranjeros, y, desde luego, añadimos nosotros, labor menos indigna que la de los supuestos hijos de españoles que la corean y aplauden.
Viene a escribirse en Leviatán que la mayor desgracia de América fue haber sido descubierta y colonizada por España, y que ello ha supuesto para la América hispana la peor de las desdichas. Y como no puede negar, porque está a la vista, la magnificencia y perfección de la legislación española de Indias, dice que «rara vez se cumplía».
En su venenosa posición antiespañola, escribe que cuando España colonizó a América era nuestra Patria «el país más feudal de Europa», cuando saben ya los alumnos de primer año de Bachillerato que el feudalismo no llegó nunca a tener en España, como régimen social, ni la centésima parte de arraigo que en los países propiamente feudales de Europa.
Hasta ignorantes son estos hediondos traidores, y hasta a la mentira apelan para enjuiciar y negar la obra de su propio país.
Dense prisa, dense prisa a eyacular su mercancía, porque pueden aproximarse horas en que se limpie rotundamente nuestro suelo de seres tan desaprensivos, inmorales y traidores.
(«La Patria Libre», n. 4, 9 - Marzo - 1935)