Nuestra respuesta a las objeciones que se nos hacen al plan para la estabilización del precio del trigo

Saben nuestros lectores que en el último número de LA PATRIA LIBRE expusimos con toda claridad un plan para lograr la estabilización del precio del trigo, excluyendo en absoluto la acción de los intermediarios y especuladores. Se trataba de crear el Sindicato Nacional del Trigo, al objeto de introducir métodos coherentes en la economía cerealista española, hoy por completo anarquizada en detrimento de los labradores y del interés público, y en beneficio exclusivo de la piratería intermediaria.

El plan que exponíamos no lo consideramos, naturalmente, exento de objeciones. Puede ser objeto de críticas. Se nos han hecho varias, a las que desde luego nos resulta fácil dar satisfactoria respuesta. Así lo hacemos a continuación, recomendando a la vez a nuestros críticos un mejor examen del plan y de sus consecuencias.

Alguien nos indica que su funcionamiento equivale a un impuesto indirecto contra los productores.

Otros sostienen que desde el momento en que existe un monopolio a favor de un organismo, sea el que sea, se da un golpe intolerable a la libertad de transacciones.

Otros insisten en el carácter teórico del plan, y que debido a las grandes probabilidades de fraude y a las dificultades de organización no podría sin duda funcionar en la práctica.

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En presencia de estas críticas, nosotros decimos:

La diferencia eventual entre los precios de compra y los de venta no tiene en modo alguno carácter de impuesto. Sería en todo caso el más indirecto de los impuestos, porque el productor no tendría que desprenderse de nada, no tendría que temer medida alguna vejatoria por parte del fisco. A los labradores no tendría que preocuparles más que una cosa: que el precio señalado para las compras del Sindicato fuese rentable.

Si el Sindicato se ve luego obligado a vender más caro es porque ha adquirido la totalidad de la recolección. Repetimos que la diferencia entre los precios de compra y los de venta no representa ni un impuesto ni un beneficio. Los importes, por el contrario, en su totalidad están destinados a los productores del trigo.

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Respecto a que se trate de un nuevo organismo más del Estado y que represente un intolerable ataque a la libertad de transacciones, no lo creemos así. Habrá que precisar los conceptos.

Sería, en efecto, el Sindicato un signo de estatismo, pero de un carácter absolutamente nuevo, que no gravaría en nada el presupuesto del Estado. El Sindicato Nacional del Trigo aseguraría por sí mismo el equilibrio de sus ingresos y de sus gastos. No sobrevendrían pérdidas para el Estado, porque si su gestión es nacional no puede haber pérdidas de ninguna clase. No se olvide que el Sindicato que propugnamos entra más que en un sistema de estatismo en uno de corporaciones. La corporación no fija el precio, sino que una vez fijado por los poderes públicos en nombre del interés general, asegura el respeto a ese precio en beneficio de los intereses particulares de sus miembros. El interés general exige un precio justo y el interés particular de la corporación que este precio sea efectivo y que beneficie a todos.

Si hay en efecto un ataque a la libertad de comercio es en un solo punto: no hay libertad para malvender o vender a intermediarios, no hay libertad para especular y hay siempre, por el contrario, para todos los labradores la certidumbre de que venderán todo el trigo al precio convenido.

Pero una vez admitida esta restricción, una vez que el productor se someta a esta sencilla disciplina, conserva todas sus libertades. Puede sembrar a su gusto, puede elegir la variedad de simientes que le convengan. Su economía, pues, será perfectamente libre. El único regulador de sus iniciativas será, como en el sistema liberal más ortodoxo, el precio a que ha de vender el trigo. Y el precio será un regulador tanto más sincero mientras más estable. Y no será la recolección la que influya sobre el precio, incidencia llena de incertidumbres, sino que es mediante el precio como se influirá en la recolección, intervención más fija y segura, porque quien siembre no estará así nunca tentado por la esperanza de que sobrevenga un alza problemática y milagrosa.

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Las críticas más serias que se nos envían afectan al posible funcionamiento del Sindicato. Reconocemos que se advierten desde luego dificultades numerosas para su puesta en práctica, es decir, para pasar de la concepción teórica a la plena realidad del plan.

 

Pero a esas dificultades puede intentarse hacerles frente.

¿Cuál sería la personalidad jurídica del Sindicato Nacional del Trigo y cómo funcionaría? Habría secciones regionales y locales. El labrador podría vender directamente su trigo al harinero, y en tal caso habría que señalar una tasa a percibir en provecho del Sindicato. Existe asimismo problema en el establecimiento de los precios relativos a las diversas calidades de trigo. También en la salvaguardia contra el fraude, ya que hay una diferencia entre el precio de compra y el de venta. ¿Serían sometidos los harineros a un severo control o, por el contrario, debería recaer la vigilancia sobre los labradores?

Naturalmente que un Sindicato al que se le iban a señalar poderes tan complejos, tan extensos, había de ser de un funcionamiento muy delicado. Se le presentaría un manojo de problemas de organización cuya solución no resultaría fácil para una sola persona. Y además a las dificultades obligadas de orden práctico, había que añadir sin duda las que iban a crear los intereses particulares heridos, y que intentarían sabotear y desacreditar al Sindicato.

El Sindicato Nacional, que representaría al conjunto de los cultivadores, habría de tener el mayor interés como corporación en que el fraude no comprometiera el éxito de la empresa. Poco a poco, la técnica de funcionamiento del Sindicato, que al principio sería rudimentaria, iría cobrando robustez. Con auxilio de la experiencia se simplificarían las operaciones, se perfeccionaría el sistema de los diversos precios según las calidades y, desde luego, se encontrarían los labradores con la gran ventaja de que a su preocupación por el buen o mal tiempo no tendrían que añadir otra tan profunda como ésa, la preocupación por los precios del trigo en el mercado.

Creemos que en nuestro plan hay entre otras una visible ventaja, y es la supresión de los intermediarios. Continuarían si acaso en una esfera de acción limitadísima. Esto es, no serían ya sino los mandatarios de otros, a los efectos de evitar pérdidas de tiempo y de agrupar a los productores más pequeños. Pero desparecerían sin ninguna duda los grandes beneficios especulativos nacidos del agio y de las maniobras escandalosas de los acaparadores.

(«La Patria Libre», n. 7, 30 - Marzo - 1935)

Difícilmente hay país alguno donde se advierta un fenómeno social y económico idéntico al de España. Pues se trata nada menos que de esto: una población reducida en un territorio situado en una zona mundial de privilegio, una economía sencilla sin complicaciones catastróficas ni crisis y, como consecuencia absurda, 700.000 obreros parados y un nivel de vida deficientísimo en todo el pueblo.

No somos nosotros de los que cantan a ciegas irresponsables alabanzas a todo lo que España tiene. Conocemos las limitaciones y hasta la pobreza natural absoluta de una gran parte de su suelo. Sabemos lo difícil que es aprovechar su posición marítima como fuente de una vida comercial próspera cuando el «hinterland» de esas costas es en realidad de exiguas proporciones para alimentar un intercambio robusto. Sabemos eso y todo lo que haya que saber para justificar fríamente lo difícil que resulta garantizar a los españoles un bienestar mínimo.

Pero nosotros decimos:

La parte más grave y más negra del actual momento social-económico no tiene sus orígenes en esa realidad posiblemente cierta que nosotros mismos hemos expuesto. Radica en la ausencia absoluta de un esfuerzo coherente y firme por dar a España y a su economía una dirección lógica.

Hace años que viene circulando retóricamente eso de la economía dirigida. Pero hasta ahora todos los que la han utilizado no han dirigido nada. Y eso es, sin embargo, lo que España y su economía precisan con la urgencia máxima: una dirección, un plan. Y sabiendo que dirigir la economía no consiste sólo en dictar decretos, pues eso es igualmente propio de una economía liberal, que ya sabemos no es una economía libre, sino simplemente una economía mal dirigida.

Pero en España necesitamos no sólo una dirección económica, un plan económico. Eso no basta. Se necesita y requiere a la vez una dirección política, un plan histórico para la vigorización nacional de España y la elevación material de los españoles.

Parece innegable que la realidad nacional se nutre de malestar, incertidumbre y falta de rumbo. Nosotros quisiéramos llevar a la conciencia de todo el pueblo un afán voluntarioso de salvación y una perspectiva exacta que le permitiese advertir la angustia de su problema.

Pues hay una verdad evidente: la desazón económica alcanza a zonas enormes de españoles y urge oponerle diques rápidos.

Nosotros aseguramos que había de ser relativamente fácil borrar de España toda posibilidad de ruina y de miseria. Bastaría que la dirección de la economía pasase de las manos ineptas y egoístas de un sector nacional a otras más robustas y fieles a los intereses de todo el pueblo.

Si en España se decidiese con vigor una batalla contra el hambre y la vida económicamente angustiosa de la mayoría del pueblo estamos seguros de que con sólo sus preparativos se lograría el éxito. Es sencillísimo hacer que en España vivan, no ya 20 millones de españoles, sino 40 millones. Las posibilidades económicas de España no esperan para duplicarse sino la existencia de una voluntad efectiva de lograrlo.

Repetimos que la ruina de las industrias, la crisis general del campo y los 700.000 obreros parados son en España un absurdo monstruoso.

(«La Patria Libre», n. 7, 30 - Marzo - 1935)

En presencia del falangismo

Ante la campaña injusta y durísima que en el seno del falangismo hizo Primo de Rivera contra nosotros, no tuvimos otro remedio que redactar por nuestra parte frases igualmente duras.

Hoy declaramos finalizada nuestra posible y lícita protesta en ese sentido. No volveremos a ocuparnos de un modo sistemático de Primo de Rivera ni del falangismo, por grandes que sean las injusticias que contra nosotros cometan.

Deseamos dedicar nuestro afán a las batallas para las que de verdad hemos nacido. No nos va a molestar nada la presencia de cualesquiera otros, que desde planos diferentes ensayan o pretendan victorias supuestamente análogas a las que nosotros buscamos.

LA PATRIA LIBRE, órgano de las J.O.N.S., no acompaña, pues, a nadie por sendas de injusticia ni de escándalo. Ténganlo todos por seguro. Si ello es preciso, encomendaremos nuestra defensa, no a réplicas de perfil escandaloso, sino a la persistencia en una conducta honrada y limpia.

Estamos seguros de desplegar y de haber desplegado ya tal honradez en nuestro periódico que sólo quienes se acerquen a él con ánimo perverso pueden recusar nuestra palabra. Hacemos esta declaración atónitos ante unas líneas que aparecen en Arriba, el órgano de Falange, y que alcanzan tal calidad injuriosa que nos reafirma en la decisión de no seguir por ese camino a quien las haya redactado.

Además, hemos advertido que algunos grupos de F.E., que en todo momento, aunque quedaron en la disciplina de Primo de Rivera, nos han hecho llegar su deseo de considerarnos siempre camaradas, sentían hondo disgusto en presencia de una campaña como aquella a que nos hemos visto obligados. El juicio de esos camaradas nos merece la atención y el respeto más profundo. Y procuraremos seguirlo en lo posible. Aunque ahora sea allí donde quizá predomine la táctica contraria.

Así somos. Sabemos muy bien las tareas que nos corresponden. Ellas tienen que constituir y ser el norte primordial de nuestra acción. Nadie nos hable, pues, de otros pleitos, siempre minúsculos ante la magnitud del gran pleito nacional y social que tenemos ante la vista.

(«La Patria Libre», n. 7, 30 - Marzo - 1935)

El pasado día 23 hizo un año de la muerte de este joven camarada. Era el jonsista más joven y le recordamos en aquellos meses primeros de las J.O.N.S. cuando teníamos nuestro domicilio en la calle de los Caños y era el jonsismo una aurora lenta y difícil. Jesús Hernández pasaba innumerables horas en las oficinas del Partido y laboraba con magnífica ingenuidad en toda clase de tareas.

Murió de un tiro, un mes después de la tristísima confusión con F.E. Podemos considerarlo una víctima de esa confusión triste. Pues ella hizo posible que ese camarada niño tuviera en sus manos inexpertas de muchacho de quince años un aparato que en las J.O.N.S. nunca hubiéramos cometido la ligereza de darle. Y al pobre camarada le ocurrió fatalmente lo que era de temer le ocurriese: se le disparó mortalmente la pistola.

¡Pobre camarada Jesús Hernández! ¡El jonsista más joven que asistía con su propia aurora de niño a la aurora triunfal de las J.O.N.S.!

¡Recuerdo permanente a tu memoria, camarada!

(«La Patria Libre», n. 7, 30 - Marzo - 1935)

Lo comunicamos reciamente a nuestros lectores y a todos los camaradas jonsistas. Hemos tomado la decisión firme de llevar a Barcelona LA PATRIA LIBRE y de centrar en Cataluña la actividad de las J.O.N.S. Las razones son visibles y claras. Se encuentran principalmente en la característica esencial que nos distingue: la eficacia de nuestra acción, el deseo vivísimo de no perder ni un segundo de tiempo de espaldas a la tremenda y angustiosa realidad de España.

Rápidamente diremos a nuestros lectores unas frases explicativas y justificativas de este propósito de LA PATRIA LIBRE, al que tenemos la voluntad más profunda de conferir una significación histórica.

Por qué dejamos Madrid

Hace mucho tiempo que tenemos la sospecha de que por circunstancias muy varias la realidad madrileña, su ambiente social, las características especiales de su población, la vida relativamente fácil de su burocracia, su carencia absoluta de alma vigorosa, etc., era la menos apropiada para cobijar y lanzar desde ella la voz de España.

Madrid y España son dos cosas diferentes. El valor histórico más importante que quizá ha realizado, el de mantener un poco coherente y unida la vida española, está asimismo en quiebra y somos muchos los que comenzamos ya a pensar si en adelante, en vez de cumplir esa misión de unidad, no irá resultando Madrid el liquidador definitivo de la unidad española.

Por lo pronto, bien reciente está el hecho de sus catorce diputados constituyentes votando el Estatuto de Cataluña y también lo ajena que permaneció su sensibilidad a través de las jornadas disgregadoras de aquel Parlamento. Su única protesta no fue una protesta capital, nacional, surgida por motivaciones propias de su carácter, rector y director de España. Fue la protesta de unos comerciantes en la plaza de toros, que manifestaban el temor de arruinarse si se concedía el Estatuto separatista.

Madrid está en poder de las grandes burocracias de los partidos, inconmovible naturalmente en sus rangos de privilegio y acorchada y cerrada su atención a voces y consignas que no sean las más cómodas y fáciles.

Madrid, además, es la concentración del éxodo provincial, las buenas gentes de las provincias que buscan en él la comodidad ciudadana y la vida tranquila de los destinos públicos.

Madrid amenaza con ahogar en indiferencia todo lo que en él surja con afanes de superar sus propias murallas. Y así, todo lo que aquí triunfe y salga a las provincias son productos marchitos, aislados de la congoja nacional, cercenados en su más fecunda esencia.

Cuando hace años se iniciaba en nosotros la inquietud por fundar y dar vida en España al movimiento nacional-sindicalista, nuestro primer deseo era poder verlo arrancar del seno de una provincia, nacer en cualquier parte de España, menos en Madrid. Confesamos que la primera contrariedad nuestra fue vernos obligados a bautizarlo, alimentarlo y propagarlo desde aquí, desde Madrid.

Y es que las provincias, aparte de que en casi todas ellas falta vigor interno, capacidad nacional de resonancia, viven del papanatismo madrileño, aceptan con tranquilo ademán que desde Madrid se les exporte día a día la mercancía más averiada.

LA PATRIA LIBRE, pues, tiene pocas cosas que hacer en Madrid. No quiere ser voz madrileña. Renuncia voluntariamente a ese carácter. Y va a Barcelona, donde por un gran manojo de razones espera ser, mejor que en cualquier otra parte, útil a las dos rutas que nos importan: la unidad de España y el triunfo del nacional-sindicalismo jonsista.

¿Por qué elegimos Barcelona?

Una vez decididos a situar nuestro esfuerzo en las provincias, la elección de Barcelona no tenía para nosotros duda posible. Barcelona es hoy el lugar de España más indicado para ir a él con estos dos nortes: la emoción nacional de una Patria única y la preocupación social por el destino de las grandes masas laboriosas.

Pues es allí, en Barcelona, donde se incuban y nacen los sistemas ideológicos contrarios a la unidad donde han logrado movilizar multitudes, donde de otra parte existe una atmósfera preñadísima de agudeza para toda bandera de porte social auténtico que se despliegue con talento.

Hoy en Barcelona se dan las condiciones más adecuadas para nosotros. Es, además, nuestra presencia allí una garantía de decisión, de firmeza y eficacia tal que confiamos mucho nos proporcionará en seguida el auxilio, la colaboración y la camaradería de cuantos grupos y gentes hay ya allí preocupados por batallas similares a las nuestras.

La presencia de LA PATRIA LIBRE, órgano de las J.O.N.S., en Barcelona supone que no hurtamos la cara al riesgo y que vamos con decisión allí donde nuestra bandera de las flechas yugadas es más precisa y más útil.

Queremos dar a nuestra marcha la máxima trascendencia que podamos. Nos disponemos a unir allí con más fe que nunca el designio nacional, es decir, la fidelidad y el servicio a la Patria de todos los españoles, con el designio social, es decir, la necesidad de que intervengan las masas laboriosas en la vigorización y conquista de su propia Patria, nutriéndola de dignidad y de justicia.

Esperamos encontrar en Barcelona, primero: la atención suficiente para que nuestra voz sea oída y después la adhesión en grado necesario para consolidarla y llevarla a la victoria.

Claro que la actividad en Barcelona de LA PATRIA LIBRE va unida a la difusión y propaganda de las J.O.N.S. Nos proponemos lograr para las J.O.N.S. fuerza y prestigio entre las masas de Cataluña. Nuestra marcha a Barcelona, a los casi tres meses de ruptura con Falange Española, nos evitará choques inútiles con esta organización y que una vez reconocida por nosotros que la mayoría del Partido prefiere aquella disciplina no deseamos nada.

En Cataluña, dedicados a un esfuerzo nacional-sindicalista, se nos aclarará el futuro de este pleito interior de Partido, se nos aclarará también el futuro inmediato del destino español y el de nuestra personal intervención en él.

¡VIVA EL NACIONAL-SINDICALISMO REVOLUCIONARIO!

(«La Patria Libre», n. 7, 30 - Marzo - 1935)